Pedrín y los políticos
Pedrín es un crío muy listejo y vivaracho, de temprana y precoz madurez. Él vive también la crisis que asola el país. La vive y comparte con sus padres, en el hogar, cuya verdadera situación económica es angustiosa. Porque su padre, un honrado y buen albañil, ha perdido su trabajo y está en el paro; su madre no anda muy bien de salud, tiene otros dos hermanos menores que él y, sobre la casa, pende esa espada de Damocles llamada hipoteca. Esto acongoja también a Pedrín, que tanto en casa como fuera de ella, ve y oye que todos se lamentan de la clase política que tiene el país, más preocupada por los intereses ideológicos y de partido que por la grave situación que se vive, de fatales consecuencias para la clase humilde.
Pedrín no comprende que los políticos que representan al pueblo cobran buenos dineros y dietas por ello –como escucha en casa y en la calle–, no hacen causa común, aparcan sus ideologías, y luchan unidos para conseguir que la crisis sea más llevadera y repartida, más corta y, sobre todo, menos gravosa para la clase trabajadora, que es la que está sufriendo verdaderamente sus consecuencias, como nuestro pequeño ve en su casa. Pedrín no se lo explica. No se lo explica nadie y, mientras tanto, el drama sigue con todas sus tristes y dolorosas repercusiones en miles y miles de hogares. Y en el de Pedrín ya no se llega a fin de mes.
Esto entristece al niño, que ve sufrir a sus padres, calladamente, en silencio. Y sufre él también, piensa, elucubra y pregunta:
–¿Y dices, papá, que si los políticos abandonaran sus diferencias ideológicas y se unieran todos para combatir la crisis, ésta sería más llevadera, más corta y menos gravosa para nosotros?
–Más o menos, así es, hijo.
Pedrín se queda pensativo unos momentos. Sonríe ahora el muy pillín, e iluminándose su vivaracha mirada, exclama:
–Pues entonces pienso, papá, que los políticos son los que realmente tenían que estar en el paro.
No cabe duda que Pedrín es un niño muy inteligente.
Ricardo Luis Arias,
Aller
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