Para Manolo, el de El Dorado
Hay personas que al verlas, siendo extrañas, tienen algo distinto y atrayente, porque en su cara siempre está latente y desborda en los ojos toda el alma. 7 de agosto. Para Oviedo, triste, se nos murió Manolo, el de El Dorado, de quien jamás viste un mal gesto pues era más bien hombre callado. Sus ojos decían más que sus palabras y era por todos querido y respetado; nunca se hallaba del quehacer ausente figura fija, aunque de vez en cuando... se escapara a observar en la cocina y al regresar con lentitud y calma subía el escalón hasta el puesto de mando detrás del mostrador.
¡Nunca lo vi enfadado! Pese a que su salud ya se agotaba y su mirada azul lo delataba. Aun así, Manolo, siempre firme, continuaba en su puesto, aunque sentado.
¡Adiós, pues, a un personaje amado! patriota como hay pocos, con tanta valentía que, ya al traspasar la puerta, se captaba que la bandera española te envolvía. ¡Y la mostraba sin pudor alguno! ¡En los tirantes que fijaban su camisa!
Nuestro pesar queremos traspasarlo comprendiendo que todo es ley de vida a su mujer y seres más queridos, y en especial a su entrañable hija, que aunque con pena y muchas añoranzas, continuará su labor, día tras día. El tiempo borra mucho los recuerdos, y el de Manolo se irá difuminando... Pero del todo nunca olvidaremos a quien tanto quisimos y hoy ya añoramos.
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