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Las mejores personas que jamás conocí: los mineros

2 de Septiembre del 2015 - José Viñas García (Oviedo)

Los accidentes mineros siempre han tenido un cierto corte de respiración en todos los asturianos, y no es para menos. Nada que ver con estadísticas por comparativas mortales, los accidentes de la mina tienen una connotación, y es por lo que son tan difíciles de digerir: Quedan atrapados a cientos de metros bajo tierra entre toneladas de piedras (costeros) carbón, polvo, quedan entre gases peligrosísimos, que amenazan la vida de sus rescatadores como nadie puede imaginar si no ha estado en un accidente de éste tipo, o imaginárselo si ha trabajado en la mina. Para sacarlos, los mineros con la brigada al frente no reparan en esfuerzos y todos exponen sus vidas al 350% sin importarles nada en ese momento, la prueba la tenemos en muchos muertos a lo largo de historia minera que lo fueron por ir a rescatar compañeros.

La mina no solo es mitológica por sus muertos, que también, lo es por la cantidad de accidentes graves diarios que ocasionaban lesiones, mutilaciones y sufrimientos tremendos. Lo era por sus trabajadores: siempre solícitos y solidarios; íntegros, esforzados, solidarios, compañeros y gentes de fiar. Por sus Jefes, pasando por Ingenieros, Capataces y Vigilantes que siempre anteponía la seguridad a la producción, en un complejo empresarial difícil de encuadrar evaluándolo solo en términos de rentabilidad. También por un trabajo cargado de un peligro agazapado entre la oscuridad, en un entorno propicio para anidar todo tipo de gases mortales causantes de muchos de estos accidentes, y de un esfuerzo descomunal diario, que también es causa de accidentes en esa lucha diaria contra la propia naturaleza, las variables del medio ambiente dificultan este duro trabajo: agua que se cuela por todos lados, el aire se vuelve irrespirable por el polvo en suspensión, el calor o el frio, la falta de iluminación, olores, ruidos, etc. (eso durante seis o siete horas cada día) el peso que ejerce el terreno de cientos de metros encima, que hace del lugar trabajo, una tumba que el minero logra apuntalar para poder salir de ella cada día, y volver a entrar al siguiente.

Lo que no se imaginan muchos es ese mañana, afrontar de nuevo el reto de luchar contra la fuerza de la naturaleza y porque no decirlo, contra la imprudencia; llevada por la osadía necesaria para realizar este tipo de trabajo, también por el desgaste mental ejercido por un entorno donde cada día te pone a prueba, donde si no lo afrontas con descaro jamás serias minero. El esfuerzo de sujetar y hacer útil un martillo picador por horas en posiciones inverosímiles, no solo para sacar el carbón, al mismo tiempo meterse dentro a postear con madera o hierro pesados como postes de la luz, que hay que manejar y colocar como verdaderos maestros de una artesanía sin reconocimiento alguno.

Podría estar alabando y valorando días enteros cada categoría y cada obrero, me quedan muchas cosas por decir de estos grandes artesanos del riesgo extremo, pero me extendería demasiado, así que solo me queda dejar:

Un abrazo inmenso de todo corazón a todos los mineros, las mejores personas que conocí jamás.

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