El cartero Felipe González
También podríamos decir, siendo estrictamente correctos con la lingüística española: Felipe González, el escribidor de cartas. Sí, porque ahora le ha dado por eso (carta a los catalanes, carta a Nicolás Madero, presidente venezolano). Además, le gusta mucho últimamente ejercer de abogado de causas perdidas.
Ha vuelto el antiguo Isidoro de la Transición española, barriga al aire, cigarro puro cubano en la boca, las cuentas bancarias bien repletas y su cartera de negocios espléndida. Recientemente ha sido muy severo con Maduro y el catalán Mas. Pero no lo es con los líderes europeos que están estafando a Grecia, o los que permiten el resurgimiento del nazismo en Ucrania. Es muy tolerante con esos nobles jefes de Estado de la UE que no son capaces de organizar un mínimo plan eficaz y humanista de acogida a los refugiados, pero sí saben al dedillo vender armas y desestabilizar gobiernos que no son de su cuerda.
Parece que Venezuela y Cuba (Madero, los Castro) sí son buenos países para sus negocios y de sus amigotes, los grandes empresarios neoliberales latinoamericanos. Para otras cosas son el bicho malo mundial del radicalismo más atroz. Son buenos clientes para que les vendan armas y material de defensa. Así lo hacen el Gobierno y empresarios españoles. Son excelentes amigos para asesorarles fiscal y financieramente (pero que no lo hagan los podemitas). Es pura hipocresía la de Felipe González, la de sus amigos neoconservadores y falsos sociatas, y la de los gobiernos que defiende últimamente.
Curiosamente, sus cartas no gustan ni al independentismo catalán ni a la izquierda social española, ni a la catalana, ni a la venezolana, pero sí gustaron al PP, a la extrema derecha, a los grandes empresarios con espurios negocios en Cataluña, en Cuba o en Venezuela.
Miró para otro lado cuando Pujol, su familia, políticos y empresarios de CIU hacían sus fechorías fiscales y de enriquecimiento personal ilegítimo. No dijo absolutamente nada porque le interesaba la amistad del catalán para seguir gobernando. No dijo nada cuando su amigo el expresidente venezolano Carlos Andrés Pérez hacía de las suyas, mangoneando los Presupuestos y el petróleo de Venezuela, con las clases populares empobrecidas. No hacía nada cuando, gobernando él, rozaba la ilegalidad con el tema ETA y los GAL. Y ahora se dedica a pontificar, a escribir cartas y artículos, y dar conferencias para dictarnos dónde está el bien supremo y dónde está el mal catastrófico. Para él, cómo no, el mal habita en los chavistas, comunistas y podemitas radicales.
Una carta sí que se le ha echado de menos, dirigida a su partido, el PSOE, pidiendo responsabilidades por la corrupción que han desarrollado, ERE incluidos, y por la mala gestión política y el engaño y traición a los españoles. Debió exigirles a los socialistas Rubalcaba y Pedro Sánchez un giro de más de 180º grados en sus políticas para recuperar la confianza de los ciudadanos.
Dónde anda ahora el antiguo Felipe González, Isidoro, el adalid de las causas perdidas. Pues ahí está, veraneando en su yate y comiendo en los mejores restaurantes latinoamericanos y de la Costa del Sol.
Así, en esas gustosas circunstancias, todos escribimos muchas cartas, sean de amor o de hipocresía, Isidoro…
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