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¡Qué foto más terrible e impactante!

7 de Septiembre del 2015 - José Antonio Gutiérrez Glez. (Piedras Blancas)

La imagen del cuerpo sin vida del pequeño Aylan Kurdi, casi un bebé, mecido por las olas del mar Egeo es el gráfico desgarrador de la tragedia de los refugiados que un día sí y otro también queda reflejado en el espejo para nuestro propio sonrojo y vergüenza ajena. Es el resumen de un criminal orden en un solo fotograma que nos golpea de tal modo que, al menos durante unos instantes, nos pone contra las cuerdas y hace que nos sintamos cómplices de una guerra mundial en la que cualquiera puede ser víctima. Incluso un niño de tres años, que se le escurre de los brazos a su padre cuando tratan de alcanzar la que creyeron era la otra orilla, en la que se pondrían a salvo de una muerte segura.

Tenía solo tres años, como digo. Huía con su familia de la cruenta guerra que ha provocado un éxodo en Siria. Y encontró la muerte en el mar, que devolvió su cuerpo a una de las playas turcas. La fotografía de cómo su pequeño cuerpo era transportado de manera delicada por un policía dio la vuelta al mundo, provocó un huracán en las redes sociales y sacudió como un misil las conciencias de la adormecida vieja Europa. Hungría quedaba lejos. Serbia y las islas griegas, aun más.

Europa y la civilización han dejado de ser sinónimos. El niño del Egeo, vestía como cualquiera de nuestros hijos o nietos. Nacemos para morir, sí, pero en el ínterin se puede y se debe vivir con dignidad. Y Europa pierde su dignidad como viejo continente cuando permite que las circunstancia de esas fotos se repitan en nuestras conciencias. como un lastre imposible de soltar.

La solución, la sabemos todos, no es inmediata. No es tranquilizadora limosna. Pero el camino a la solución tampoco es reunirse todos los países comunitarios unas cuantas veces para nada. Los refugiados buscan huir del caos de Siria, de Libia, de... Guerras que, por cierto, en alguna ocasión llegamos a aplaudir desde Occidente. Hombres, mujeres y niños van en busca de un futuro que, en la mayoría de los casos, no existe. Cuando no tienes nada lo arriesgas todo. Buscan una tierra prometida que, por lo que se ve, es casi una muerte segura.

La imagen del niño muerto es espantosa. Tanto que por un momento se volvió a abrir el debate sobre si su publicación hiere sensibilidades, si es lícito utilizar la imagen de la muerte y del dolor que padecen otras personas.

Ya han muerto en lo que va de éste año, varios miles de las cerca de 200.000 personas que cruzaron el Mediterráneo en su intento por huir de la guerra, la persecución política, el hambre o de todo ello junto. Mientras, con una absurda cicatería, Europa discute cuántos refugiados puede acoger y cómo los ha de repartir

El niño Aylan es ya otro icono del amplio catálogo de barbaridades que somos capaces de cometer. Pero, tristemente, pronto pasará el impacto que hoy nos causa el pequeño muerto en la playa. Quizás superado únicamente --aunque parezca imposible--, por algo todavía peor.

Este niño ahogado en el mar Egeo jamás hará un castillo de arena. Porque la arena para él ha sido su lecho de muerte. Discúlpanos pequeño Aylan.

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