El orgullo de prohibir
Día tras día, camino del trabajo, encuentro un pequeño hueco en el autobús Mieres-Oviedo para informarme sobre nuestra comunidad. En ese hueco siempre hay tiempo para una visita rápida por la sección de “Las Cuencas”, me gusta estar informado sobre las distintas actividades que hay en mi pueblo.
Hoy me he quedado estupefacto. Triste. Jodido. Asqueado. Es verdad que en las últimas semanas se había creado cierta polémica con respecto a este asunto, pero nunca creí que algo así podría llegar a pasar.
La Guardia Real reduce sus actividades en Mieres. Y por reducir quiero decir que van a venir a Mieres a dormir. Los soldados y los caballos. Y todo esto gracias a cuatro personas, que para más inri posan orgullosos en la foto de LA NUEVA ESPAÑA. Seguro que hoy todos ellos comprarán el periódico para poder contárselo a sus nietos: mira, hijo, aquí estaba yo prohibiendo desfilar a la Guardia Real. Los que querían ir a verlo que se jodan, y los bares, también. Para chulo, chulo, tu güelito. Espero que si alguno de ellos lee este texto no se ofenda por lo de inri y vaya a denunciarme a la RAE por utilización religiosa de la lengua castellana.
En fin, el que quiera ver desfilar a la Guardia Real que vaya a Avilés o a Gijón, que lo van a realizar por la costa y seguro que les queda más guapo que en Mieres; la exposición de trajes del cuerpo, a Oviedo. ¿Desfilar por Mieres? ¡Antes muertos! Aquí que vengan a comer y a dormir nada más, no vaya a ser que se nos pegue acento Borbón y luego alguno de Somos se llene de orgullo y satisfacción.
¿Y los mierenses que querían ver el desfile? Esos fachas que se jodan, pensarán los Guardianes de la Libertad del Pueblo. Prohibir, prohibir, prohibir. Defienden la libertad de algunos pisoteando los derechos de muchos. Los derechos de los que trabajamos, de los que pagamos impuestos, de los que no tenemos tiempo para presentar escritos con la única finalidad de joderle el día al prójimo, de los que no nos manifestamos para que se prohíban actos que no nos gustan. Y no lo hacemos porque nosotros respetamos a los demás. Es sólo eso, una cuestión de respeto.
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