Refugiados buscando refugio
En nuestra supina inocencia, los europeos de buena fe pensábamos que la cruda imagen de decenas de féretros que en su día estaban perfectamente alineados en un hangar de la isla de Lampedusa (Italia) tocaría las conciencias de nuestros gobernantes. Han pasado casi dos años de aquél naufragio. Desde entonces, miles de personas han seguido encontrando la muerte en el Mediterráneo y otros miles de refugiados de varias guerras siguen pretendiendo llegar a Europa.
Con frecuencia se dice que una imagen vale más que mil palabras. Hemos visto en los últimos días las sobrecogedoras e impactantes imágenes en la República de Macedonia de inmigrantes y refugiados, adultos y niños, peleando, literalmente, por conseguir subirse a un tren, hacinados como simple ganado, con el sueño de alcanzar esa meta donde creen que la vida les puede ir mucho mejor que en sus países de origen.
La ausencia de una verdadera política europea común de migración está permitiendo que muchos estados adopten medidas hacia los refugiados que intentan cruzar sus fronteras que son contrarias a los valores propios de la UE y al principio de humanidad que debe regir en casos de crisis como la que estamos atravesando.
Huyen desesperadamente de guerras, hambrunas, regímenes dictatoriales, jugándose la vida en frágiles embarcaciones, en muchos casos engañados por unas mafias a las que entregan cuanto poseen de valor. Los llamados países civilizados, muchos de ellos europeos, como antiguas potencias colonizadoras de buena parte de África o la antigua Indochina, que fueron en muchos casos sus protectorados (Irak, Siria...).
Puede que nosotros tengamos gran parte de culpa, por expoliarles y venderles las virtudes del mundo moderno y de la civilización occidental. Sin embargo, ahora toca al revés: somos nosotros los "invadidos" por esas otras culturas, aunque a algunos les moleste admitirlo.
Ante la inoperancia de Bruselas en los actuales momentos, es la sociedad civil, la ciudadanía, los entes locales los que se movilizan por delante de las instituciones y gobiernos ofreciendo ayuda en forma de comida, mantas, creando redes de acogida y refugio o rescatando a cientos de personas en el Mediterráneo en un solo día, como ha hecho recientemente la ONG Médicos Sin Fronteras.
En esta crisis, las élites políticas -tanto Bruselas como los gobiernos de algunos estados miembros-, están demostrando estar muy lejos del sentir de los ciudadanos a los que se supone deben representar. Las tensiones que genera el nuevo eje conductor están siendo una pésima noticia para toda Europa.
De seguir así mucho tiempo, el proyecto europeo habrá naufragado, ya que para la verdadera solución del problema está demostrada su incapacidad.
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