La fotografía como certificado
La foto del niño sirio aparecido en la playa ahogado ha revuelto todos los corazones de Europa; nadie se acuerda de los miles de subsaharianos muertos en sus pateras en el Mediterráneo –seguro que también murieron niños–, pero faltaba la fotografía que abriese los corazones. Sin foto no hay pena. Cualquier fotógrafo de guerra sabe que en el mismo frente se pueden hacer fotos de odio o estremecedoras.
John Ford acompañó a los marines estadounidenses en el desembarco de Normandía y filmó imágenes tan crueles de soldados solos ante la muerte o un mar teñido de rojo que dichas imágenes fueron censuradas por el Gobierno americano porque eso acabaría con el alistamiento de soldados. Es triste decirlo, pero si no hubiera sido por la censura, quizás hoy estaríamos bajo la bota de Hitler o de un sucesor.
Podríamos decir que hoy sería impensable esa censura, pues los medios de comunicación son otros y más asequibles, de acuerdo, pero por qué hoy, no contamos con fotos del sufrimiento de los fetos muertos al abortar. Sabemos que los sirios están aquí, pero no sabemos por qué están aquí y no en otros países más cercanos –y con los que tienen más afinidades– como son Arabia, Irán, Emiratos Árabes, Argelia, etcétera.
Estamos seguros de que no los están empujando a Europa sin que ellos lo sepan para, así, desestabilizar, sobre todo Alemania, y con ella todos los países de la Unión.
Sé que voy a ser muy criticado por atreverme a escribir lo que muchos piensan. En uno de mis trabajos, el presidente del consejo de administración me dijo en una comida: “Sé que piensan que no tengo corazón, pero lo que no saben es que lo dejo en casa con el desayuno”.
Los primeros en querer acoger a los refugiados son los que más levantan la voz para criticar esta crisis y estos recortes.
Como dijo mi antiguo jefe, lo que un presidente debe aportar son soluciones, eficacia y, sobre todo, no dejarse llevar por los sentimientos. El Presidente debe ser presidente para hoy y, sobre todo, para mañana.
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