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Don Gabino, un pastor que se hizo querer

28 de Septiembre del 2015 - Alberto Torga y Llamedo

Aunque las bodas de oro de don Gabino Díaz Merchán como obispo las hemos celebrado el sábado 12 de septiembre, como todas las fiestas tienen octava, quiero expresar las vivencias que he tenido a su lado.

Cuando el 4 de agosto de 1969 se hizo público su nombramiento como arzobispo de Oviedo, me encontraba de vacaciones en Asturias. No lo conocía, pues yo llevaba ya tres años residiendo en Holanda. Mis candidatos habían sido Mauro Rubio, obispo de Salamanca, y Ramón Torrella, obispo auxiliar de Barcelona: los conocía de cursillos que nos habían dirigido en Asturias a varios sacerdotes jóvenes, cuando ambos desempeñaban la responsabilidad de consiliarios nacionales de JOC.

El 24 de abril de 1970, aprovechando un viaje a España de cinco días para bautizar a una sobrina en Oviedo, le hice una visita. Me acogió con una extraordinaria cordialidad, como si me conociera de mucho antes, y puso mucho interés en que le contara detalles de mi trabajo pastoral con los emigrantes españoles en Holanda. Al final del encuentro y ya en plan humorístico, me preguntó por el significado del color de mi corbata, que era roja. Le comenté que era, junto con el verde, el color que más me gustaba. A partir de entonces lo visitaba todos los veranos durante mis vacaciones en Asturias.

Dos sacerdotes amigos, ya fallecidos –José-Manuel Bárcena y José María Díaz Bardales–, que me mantenían informado de la marcha de la Iglesia en Asturias, me pusieron al corriente del encierro de un grupo de cerca de 300 jubilados y pensionistas en la iglesia de San José de Gijón el 16 de septiembre de 1971, después de fallidos y largos peregrinajes por despachos burocráticos de entidades políticas en busca de soluciones al problema de sus exiguas pensiones; del violento desalojo de los mismos por parte de la Policía el sábado 25 al recibir órdenes del gobernador civil Matéu de Ros; de la supresión de misas al día siguiente, domingo, por parte de los sacerdotes del “grupo del Bibio” y de algunos de Mieres en protesta por la actuación de la Policía, y de la toma de postura valiente y sin pelos en la lengua de don Gabino y de su obispo auxiliar, don Elías Yanes, emitida el lunes 26, en la que manifestaban, entre otras cosas:

“En el desalojo violento de los concentrados en el templo de San José de Gijón se ha producido un apaleamiento de personas enfermas y ancianas, que repugna a cualquier espíritu sensible a la mentalidad cristiana. La gravedad de este último hecho, aumentada por el carácter sagrado del lugar donde se produjo y por la condición de los apaleados –enfermos silicóticos y ancianos–, motivó la decisión de algunos sacerdotes de Gijón y Mieres de manifestar su repulsa y hacerla llegar al pueblo cristiano suprimiendo algunas misas en determinados templos de las dos ciudades citadas”.

El domingo 24 de junio de 1979 don Gabino impartió el sacramento de la confirmación en Nürnberg a 25 jóvenes de la Misión Católica española de la mencionada ciudad, de la que me había hecho responsable en febrero de 1975. Era la primera vez, desde el comienzo de la Misión en 1961, que un obispo confirmaba a jóvenes de nuestra comunidad.

Don Gabino había llegado el viernes 22 y se hospedó en mi casa, en la que también estaba alojado el sacerdote asturiano José María (Chema) Hevia, por aquel entonces consiliario de la JOC española en Alemania, con residencia en Essen. Cuando nos levantamos al día siguiente, hacia las siete y media de la mañana, para concelebrar a las ocho y media en la capilla de la Misión, don Gabino ya había hecho la cama y estudiado una hora de ruso, pues el Papa les había pedido a los obispos que intentaran conocer esa lengua para cuando cayera el comunismo y en Rusia hubiera libertad. Permaneció con nosotros hasta el miércoles 27 y hablamos de muchos temas, entre otros de la organización de la Iglesia católica en Alemania, del trabajo pastoral en las misiones católicas españolas y del papel del delegado de las mismas. Sin darnos cuenta ni Chema ni yo, nos estuvo sonsacando datos sobre Pepe Sánchez, delegado de las misiones católicas españolas en Alemania, que el 25 de enero de 1990 fue nombrado obispo auxiliar de Oviedo.

Subtítulo: El modelo de obispo que quiere el Papa Francisco

Destacado: Sin darnos cuenta ni Chema ni yo, don Gabino nos estuvo sonsacando datos sobre Pepe Sánchez, delegado de las misiones católicas españolas en Alemania, que el 25 de enero de 1990 fue nombrado obispo auxiliar de Oviedo

El domingo 14 de junio de 1992 don Gabino impartió de nuevo el sacramento de la confirmación a una madre de familia y a 39 jóvenes de nuestra comunidad. Después de la comida viajamos a Praga don Gabino y yo. El capellán checo en Nürnberg nos había reservado habitaciones en una residencia de aprendices gestionada por jesuitas. Estábamos solos en la casa, pero no teníamos toallas, por lo que al día siguiente, después de la ducha, tuvimos que secarnos como pudimos. Lo primero que hicimos ese día fue comprar dos toallas de baño.

Concelebramos la eucaristía en la iglesia de los Dominicos, que nos invitaron a desayunar. Se encontraba el provincial en la casa y uno de los sacerdotes hablaba español, pues había vivido en Cuba. Nos hablaron de las argucias que la Iglesia tuvo que hacer en la época comunista para poder atender a los católicos: fueron ordenados hombres casados, pues nadie del régimen sospechaba que pudieran ser sacerdotes. La residencia de los dominicos se encontraba justamente muy cerca de la sede de la temida Policía de investigación, donde tanta gente había sido torturada.

Ese lunes lo dedicamos a visitar la ciudad. Don Gabino quedó muy impresionado por el puente del emperador Carlos sobre el Moldava con 30 grupos de estatuas religiosas que los comunistas habían tratado de destruir: gracias a la firme postura del rector de la Universidad, no se había cometido semejante atentado contra la cultura.

El martes fuimos al pueblo mártir de Lidice. En represalia por la muerte en atentado del “protector” de Bohemia y Moravia el 27 de mayo de 1942, perpetrado por miembros de la Resistencia checa, la fuerzas de represión nazis rodearon el 10 de junio el pueblo de Lidice al sospechar que uno de los autores del atentado era de esa población: asesinaron a todos los hombres mayores de 15 años (192, incluido el párroco), violaron a las mujeres y luego las llevaron al campo de exterminio de Ravensbrück, donde murieron 60, y los niños fueron divididos en dos grupos en base a criterios raciales: los que podían ser objeto de “arianización” fueron enviados a Alemania, mientras que los 88 restantes fueron asesinados en el campo de exterminio de Chelmno. El pueblo fue arrasado con máquinas excavadoras. En el solar que ocupaba el pueblo se ha construido un parque, presidido por una gran cruz con una corona de alambre de espino, en cuyo museo se detallan las circunstancias de la masacre. Al lado del parque se reconstruyó el pueblo en 1949.

Cuando íbamos de Lidice a la frontera, vi una limitación de velocidad de 70 kilómetros con todas las trazas de provisional, por lo que aminoré la marcha. No obstante, me paró la Policía, que estaba controlando a los automovilistas con prismáticos. Me presentaron un folleto en varios idiomas, entre otros en alemán, donde se decía: “Usted ha sobrepasado la velocidad permitida”. Yo lo negué en redondo y, como insistían, les pedí pruebas de que había sobrepasado la velocidad permitida: “Beweis, ich möchte Beweis!” “¡Prueba, quiero una prueba!”), les dije. Al ver mi firmeza, me mostraron otra página que decía: “Wir haben kein radar” (“No tenemos radar”). Mientras tanto, don Gabino, que venía en camisa, pues hacía mucho calor, se puso la tirilla de clergyman y el pectoral, y salió del coche. Al ver que se trataba de un obispo, pidieron disculpas y nos mandaron seguir.

Don Gabino, que habla bien el alemán, se reía después y me decía: “Alberto, ¿cómo les mandabas beber (“Beweis” se pronuncia “bebáis”), si aún no les habías dado la propina?” (“Trinkgeld”, en alemán, que literalmente significa “dinero para beber”).

De Lidice regresamos a Nürnberg por Pilzn, donde degustamos su rica cerveza. Don Gabino disfrutó mucho con ese viaje. Pienso que si estamos unos días más en la entonces Checoslovaquia, acaba hablando checo, pues entendía el significado de muchas palabras a través del ruso, lengua que conoce. También lo pasó bien los días que estuvimos en Nürnberg, donde visitamos los rincones más pintorescos, así como algunas poblaciones cercanas. Tanto las hermanas del Santo Ángel que trabajaban conmigo en la Misión como yo quedamos confirmados en la fe por la bondad y cercanía de don Gabino.

Después de regresar jubilado a Asturias, el 27 de julio de 2011 fui operado de una rodilla en el Centro Médico por el doctor José Ramón Varela. Al salir de la clínica, como no podía subir escaleras, me trasladé a la Casa Sacerdotal, donde permanecí desde el 10 de agosto hasta el 12 de octubre. Allí me encontré con don Gabino, que hace vida con los sacerdotes residentes, como uno más.

Vestía clergyman los domingos y fiestas, pero los días de diario utilizaba un jersey normal sobre la camisa. Presidía la misa de la mañana que concelebramos los sacerdotes residentes y comía con nosotros. Después de comer, un pequeño grupo, del que formaba parte don Gabino, nos reuníamos a tomar café. Para mí su sencillez y cercanía son un testimonio claro del modelo de obispo que quiere el Papa Francisco: que “huela a oveja”, es decir, que sea pastor con todas las consecuencias.

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