Rajoy va de farol
Faenas de aliño han sido las protagonizadas por los presidentes de Gobierno de la democracia en las corridas separatistas, atraídos por la legendaria táctica política de cancelar los problemas por pudrición. El autismo secesionista, genético por ende (el Partido Nacional Escocés ya ha incorporado a su programa electoral un segundo referéndum de pendencia), ignorante de la integración como prueba evolutiva, no se esfuma con el paso del tiempo. Díganselo a aquel cura nacionalista que tuvo que recurrir in extremis al psicoanálisis para resolver la contradicción, aunque sin solución de continuidad hayamos tenido que apuntar a Cristianos por la Independencia en unos ejercicios espirituales donde se les insufle el seny evangélico. Esta adicción (el sentimiento, supuestamente identitario, es mera coartada, la rebeldía sin causa surgió con el "España nos roba"), fraguada durante casi cuarenta años, se afina en ikastola mamando marihuana, para cronificarse con la cocaína en la universidad o en las academias de la Lengua. La intelectualidad patria, testimonial si excluimos a la monocorde de los cineastas, tan gallarda en la condena de aquellos regímenes dictatoriales extintos, sorbe pusilanimidad si de mojarse contra los totalitarismos emergentes se trata, justamente en un momento histórico donde nos la jugamos como los canguros. Estas actitudes tienen un nombre. Cuando Rajoy afirma que Cataluña de ningún modo abandonará España, evidentemente va de farol. Probablemente. ni tan siquiera se lo haya planteado: está a verlas venir. En principio, confía en el milagro del Apóstol el 27-S, con la mediación del empresariado catalán; en cualquier supuesto, tiene serias dudas en conservar el cascabel tras las próximas elecciones generales. Ahora bien, si el adalid compostelano nos ningunea, no me negarán el morbazo que supone contemplar cómo recibirán al morlaco, ahora ya sin capote. Si bien se espera que entre las imágenes de los tanques en la Meridiana y la parálisis gubernamental haya una actuación intermedia que no confíe en la salvación vía instituciones europeas. Pero todo tiene su aquél. De consumarse la república catalana, ignoran sus muñidores el mono que les espera (las satisfacciones del camino sobrepasan con creces a la efímera ilusión de la meta), si bien estos flautistas de Hamelin siempre pueden matarlo palpando atributos con una comisión de servicios en el País Vasco o donde se tercie, en este babel el más fato te monta una nación. Y de ejercicio del derecho democrático a decidir, nanay de la China, golperío puro y duro, incluso siendo millones los abducidos. La obligación de la pedagogía es acomodarse a cada estadio del desarrollo cognitivo del discente. Imagínese usted, señor Mas, que todas las canguras decidiesen democráticamente (51 por ciento de los votos) declararse objetoras sexuales: adiós al marsupial. Las consultas populares puede cargarlas el diablo. Educados extramuros de la escuela, ¿no pondríamos la mano en el fuego en la predicción del resultado de un referéndum de legalización de la pena de muerte si se garantizan las ejecuciones con retransmisiones en directo? Para colmo de la insensatez, la obscenidad de regocijarse en la evasión en medio del dolor infinito de la emigración hace concluyente el desafecto sin la espera del desenlace. Rajoy, encomiéndate al susodicho y entra en trance cual Santa Teresa, porque de ser el elegido y dejarles escapar te espera el exilio o la reclusión monacal.
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