¿Adónde te llevan, España?
Cuando, últimamente, uno ve las tertulias televisivas y escucha las radiofónicas, lo primero que se le ocurre preguntar es ¿adónde vas, España? Aunque la pregunta correcta sería ¿adónde te llevan, España?
Los actuales políticos, a mi entender, tienen una empanada mental fruto del fanatismo ideológico, que no se aclaran. Nos están llevando a una situación conflictiva casi comparable a la de tiempos de triste memoria. La suerte que tenemos, según mi manera de ver la cuestión, es, de una parte, que ahora la gente, por suerte para todos, tiene unos conocimientos muy superiores a los de aquellas otras a las que les tocó vivir aquellos trágicos tiempos; y de otra, que la situación política de la Europa actual es bien distinta de la de los años treinta del pasado siglo.
Es difícil entender que se permitan tanta indisciplina y falta de respeto a las normas y leyes que regulan nuestro ordenamiento jurídico nacional. Tenemos a pocos días de distancia unas elecciones en Cataluña, donde tanto el presidente autonómico como todos los políticos de su onda se están pasando por el forro de sus calzones tanto el mandato de la Constitución como el resto de normas de convivencia aprobadas en su día en el Parlamento nacional, gracias a las cuales ellos mismos están gozando de unos privilegios que para sí quisieran en otras partes, y aun así, se tiran al monte e incitan a sus ciudadanos a pasar de España y votar mayoritariamente a favor de la separación de un país al que pertenecemos unidos desde hace siglos. Y lo triste es ver que desde el Gobierno de la nación se da la impresión de que está con las manos atadas sin poder hacer nada frente a tanta chulería y despropósito como allí se están viendo y provocando. Hace unos días, hemos tenido que ver cómo en el Parlamento nacional un diputado que cobra de nuestros impuestos se permitía romper hojas de la Constitución sin que, según parece, ese hecho tan insultante para el resto de ciudadanos españoles le haya traído consecuencia ni sanción alguna.
Señor presidente del Gobierno: a mi entender, gobernar no consiste en haber sido elegido en las urnas y luego formar Gobierno designando a sus ministros entre los políticos que considere idóneos para sus cargos, sino –siempre según mi humilde opinión– en gobernar dando la cara y cumpliendo y haciendo cumplir aquello que se promete en juramento ante el jefe del Estado a la hora de formar Gobierno; y eso, a juzgar por lo que se ve, parece que no se está cumpliendo. Atajen, por favor, a tiempo tanto despropósito y chulería, y no permitan que las cosas nos lleven a situaciones irreversibles de las que todos tengamos después que lamentarnos.
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