Labosrdeta/Aznar
Recientemente, el columnista del periódico El País Luis Alegre, nos recordaba una efemérides, la muerte hace ya cinco años de José Antonio Labordeta. Ese cantautor de la dignidad humana, comprometido con su gente de Aragón y metido a político por compromiso y rebeldía.
Dice Luis Alegre que el paso de los años agiganta la condición de éste hombre irrepetible como campeón de la decencia intelectual, política y moral. Coincido plenamente con él, más aún, cuando Labordeta y un humilde servidor compartimos una misma y desagradable experiencia. Recuerda Alegre en su columna, que en la época en que José Antonio Labordeta era diputado nacional y se encontraba en los pasillos del Congreso con José María Aznar, intentó en varias ocasiones, por educación, saludarlo, pero el prepotente y arrogante Aznar le retiraba la mirada y lo ignoraba. El infatigable y educado aragonés, el abuelo de un país en la mochila y de esa bellísima canción que es Canto a la Libertad (que se convirtió en himno de todos los que combatíamos la dictadura franquista en los 70) se preguntaba así mismo: Pero qué le habré hecho yo a este hombre
Decía que compartía una misma desagradable experiencia porque también recuerdo aquel año de 1987 en Ávila siendo yo Director Provincial del INSALUD de aquella provincia y como tal me tocó en suertes recibir, junto con otras autoridades, al que por entonces era el Presidente de la Comunidad Autónoma de Castilla y León, José María Aznar para clausurar un acto de la Hermandad de Donantes de Sangre. Esperábamos la llegada del Presidente cuatro personas. A su llegada, saluda a todos, menos a mí, dejándome con la mano (que educadamente yo le había extendido) en el aire y, como a Labordeta, retirando la mirada con altanería, desprecio y cara de asco (mi pecado: ser el representante en temas sanitarios del Gobierno socialista en la provincia de Ávila) Por ello al leer el artículo de Luis Alegre, me he acordado de aquel episodio de hace 28 años y entiendo cómo se sentiría un hombre tan sensible como Labordeta.
Al día siguiente, en la prensa local de Ávila, que daba cuenta del encuentro institucional en la Diputación de Ávila, aparecía la foto del acto de clausura con una silla vacía la mía. Hay ocasiones en las que la dignidad debe prevalecer por encima la responsabilidad institucional, en especial cuando la prepotencia y la mala educación llevan consigo la humillación y, en esto, Aznar es un maestro.
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