Carta abierta a Fernando Trueba e Íñigo Méndez de Vigo
Muy señores míos:
El motivo de la presente es el comportamiento y la actitud que han mostrado en la entrega del Premio Nacional de Cinematografía, al primero de ustedes por parte del segundo, lo que me permite unirlos como destinatarios, aunque con párrafos separados.
El señor Trueba puede hacer todas las gracietas que desee -y le permitan- con las palabras premio y cinematografía, pero al referirse al adjetivo nacional debe tener en cuenta que no solamente se está refiriendo a un sentimiento -según dijo, usted no comparte-, sino a una concepción que, desde la historia de la nación más antigua de Europa, la española, abarca una forma de vivir, un ideal, un proyecto común que trasciende al futuro de los españoles, de forma que, compártase personalmente o no, lo menos que merece es respeto. Y usted no lo ha demostrado, lucrándose además del importe económico del premio que ha tenido la desvergüenza de recibir.
Supongo que la referencia a sus preferencias hacia Francia en la Guerra de la Independencia (por algo es así conocida en nuestra patria) y la presuntuosa manifestación de carencia de identidad son simplemente muestras de ignorancia, pero eso no justifica sus palabras de desdén.
Respecto a la ignorancia que usted demuestra, voy a limitarme, en fin, a tomar las palabras que, según ha dicho, son las que más le gustan del diccionario: la primera, nada es una expresión de lo que demuestra ser usted como miembro de una comunidad. En relación a la segunda, desertor, voy a traer a colación el diccionario de uso del español, el de María Moliner, que definiendo en su segunda acepción a tal persona como el que abandona una obligación o una comunidad a la que está adherido, recoge en la palabra traidor una sección de homogeneidad con desertor: alevoso, artero, desleal, falso, felón, fementido, infiel, judas, pérfido, traicionero, zaino; calificativos que considera, por tanto, usted mismo que le son aplicables, con lo que, esta vez sí, estoy de acuerdo.
¡De todas maneras, ha tenido usted suerte de no vivir entre 1808 y 1814, o incluso hasta 1820! Quizás entonces no hubiera usted tenido la osadía de proclamarse amigo del francés.
En cuanto al señor Méndez de Vigo, excelentísimo señor ministro de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno (¿?) de España, si después de las palabras del señor Trueba su reacción es la de afirmar que usted sí aplaudió a la selección española de baloncesto, sin abandonar el acto ni ordenar a los abogados del Estado que prestan sus servicios en su Ministerio que buscasen los medios jurídicos para privar al señor Trueba del antes citado premio, creo que ha demostrado muy poca dignidad para ostentar el cargo de ministro, actuando cobardemente, poniéndose, por tanto, a la misma altura moral que el señor Trueba.
(Por cierto, entre los sinónimos que el citado diccionario de uso contiene para cobarde, además de, entre otros, cagao, se recoge gabacho).
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