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La difícil vida carcelaria

26 de Septiembre del 2009 - Pedro J. Jiménez Sarasa (Oviedo)

Aprovechando la festividad de la Virgen de la Merced, patrona de todos los que nos movemos en el ámbito penitenciario, queremos compartir desde la Pastoral Penitenciaria de Asturias un poco de lo que día a día vamos viviendo.

Con esperanza vemos el difícil caminar de no pocos internos e internas de la cárcel, acompañados de profesionales entregados, hacia una vida rehabilitada, libre de drogas y reconciliada consigo mismos.

Junto a ello también sentimos el dolor de lo que muchos encarcelado/as viven: de lo que falta aún para que todos puedan pasar por su internamiento como experiencia de rehabilitación y no sólo de castigo de la sociedad; del sufrimiento de sus madres y padres, parejas, hijos, que pagan a su manera con ellos la condena; de su deteriorada salud (¿no hay otro lugar mejor para los que sufren una enfermedad psiquiátrica?); de la desproporción de inmigrantes y miembros del pueblo gitano que pueblan los centros penitenciarios; de la clamorosa masificación que deben asumir en sus espacios vitales y en relación con los servicios que reciben; de la dificultad acentuada de encontrar al salir un trabajo que los dignifique y ayude; también de ver hoy sus vidas en el candelero de los medios de comunicación, si éstos, más que informar, lo que buscan es vender morbo. Y conocemos el difícil papel de los funcionarios, que viven el día a día y sus problemas.

Aunque seguimos oyendo a menudo la terrible expresión «que se pudran en la cárcel», queremos hoy disentir de ella. Como cristianos, queremos estar también junto a los encarcelados y sus familias (no olvidando nunca a las víctimas de los delitos cometidos), queremos una sociedad más humana que no se regule por el castigo, sino por la educación y la prevención de conflictos, por la justicia que cuida de los más desfavorecidos, por la reconciliación. Creemos en Jesús, también cautivo, y celebramos a su Madre, que a los pies de la cruz nos da ánimos y alimenta nuestra fe para esperar un mundo renacido y salvado. No olvidamos que de los tres condenados del calvario dos fueron al cielo...

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