El Nalón, río sagrado de las Cuencas
“Las aguas bajan negras”, rezaba un renglón de la novela que en 1903 publicaba Palacio Valdés bajo el título “La aldea perdida”; así y todo, hoy en día siguen bajando sucias.
La imagen de saneamiento y conservación de las riberas del río Nalón no son del todo ciertas. La depuración de los vertidos industriales y aguas residuales que hace años se inició, coincidiendo con el desmantelamiento y cierre de los pozos mineros, al amparo de los fondos europeos de subvención a la reconversión de las comarcas mineras, no es más que una falacia.
Las márgenes del río siguen mostrando la evidencia de basureros clandestinos, en el curso de las aguas aún es visible la presencia de detritus urbanos e industriales. En fin, nuestro amado río no es trigo limpio a pesar de la demagogia con que acostumbran a expresarse nuestros dirigentes políticos.
Hoy nuestro río está castrado, excesivamente encauzado y allanado, regulado por compuertas, eliminadas las pozas naturales donde se albergaban grandes truchas y enturbiado aún por vertidos contaminantes.
Y es que ecología significa compromiso y si no se entiende así es como quien va a misa y por las noches venera al diablo.
Existen muchos núcleos poblacionales en las dos orillas del Nalón que aún vierten sus aguas residuales directamente al río. La repoblación de especies piscícolas es un mito; los salmones nunca podrían remontar las numerosas trabas que representan las centrales eléctricas. Algo podrían aportar estas empresas que utilizan este agua para sus fines económicos.
El remedio a tales problemas radica en el compromiso. Compromiso solicitado a los políticos y demás personas encargadas de dirigir el destino de nuestra sociedad. Compromiso reflejado en este caso en un bautismo con nuestro medio, con el río Nalón y todo lo que él representa, sus gentes, su cultura, sus inquietudes, etcétera.
En las Cuencas hemos tenido siempre fama de luchadores, empecinados en nuestra causa y comprometidos hasta el punto de darlo todo por una causa digna.
Con la llegada del desmantelamiento de la minería nos han intentado callar con pagas de prejubilación e hipotéticas mejoras sociales. La limpieza de las orillas del río Nalón se acometió sin ningún tipo de conciencia ecológica, creando escolleras de piedra y encauzando el río a lo largo de toda la cuenca.
Sinónimo de bravura, al igual que la clase trabajadora demostró sobradamente a toda España su rebeldía en pos de libertades y mejoras de las condiciones laborales, el río Nalón acompañaba el temperamento de sus ribereños demostrando su fuerza en la crecidas de la primavera, donde asistíamos boquiabiertos al espectáculo de sus riadas.
Desde estas líneas me gustaría proponer una simbolización del compromiso con nuestra región. Las personas que accediesen a un cargo público para nuestra mancomunidad deberían demostrar previamente su lealtad a esta tierra, no sólo con sus raíces genealógicas sino con un bautismo en el río Nalón.
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