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Amália Rodrigues y San Josemaría Escrivá

11 de Octubre del 2009 - Ángel García Prieto (Oviedo)

El pasado 6 de octubre fue una fecha significativa y coincidente para Amália Rodrigues y San Josemaría Escrivá. En ese día del año 1999 falleció en Lisboa la gran fadista, admirada y seguida por portugueses y amantes del fado a lo ancho del mundo y a lo largo de décadas. Y en esa misma fecha del año 2002 fue canonizado en la plaza de San Pedro de Roma el sacerdote español San Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, institución de la Iglesia que predica la santificación del trabajo y de las actividades ordinarias del cristiano corriente. A él le gustaban los fados de Amália y ella le tuvo por intercesor en el cielo.

Los dos llegaron a tenerse conocimiento, respeto y cariño mutuo, sin que se hubiesen visto personalmente. A través de un artículo en el «Jornal de Noticias» de Hugo de Acevedo, sacerdote y biógrafo del santo, conocemos que «en 1992, cuando Amália, sabe, por un artículo de don Alberto Cosme de Amaral, entonces obispo de Leiria-Fátima, que el fallecido fundador del Opus Dei apreciaba su voz y hablaba de ella con afecto, se conmovió y no se resistió a acudir a una misa en honor del ya beato Josemaría Escrivá, que tuvo lugar en Fátima el 4 de julio de 1992. Y tras la ceremonia se dirige a don Alberto de Amaral para preguntarle los pormenores de aquella conversación. Don Alberto le manifiesta que en Roma, en una visita que hizo el entonces monseñor Josemaría Escrivá, éste pidió a un colaborador que pusiese un disco de Amália para que don Alberto pudiera «matar saudades», y después de oír el fado con satisfacción dijo «¡qué bonita voz tiene esta mujer! Tenemos que rezar por ella».

En ese interés por los fados de Amália no se sabía si San Josemaría valoraba más el gusto por la música y el canto o el cariño por Portugal y por los portugueses, que había manifestado en otras muchas ocasiones. Le gustaban los cantos litúrgicos en las ceremonias religiosas, pero también la música popular y las canciones de amor humano, que a veces le servían de tema de oración. Y por eso es muy lógico que expresase emoción también por los fados de Amália. Sentimiento que se reflejó en el espejo de lo trascendente, frente a la Amália que se conmovió al enterarse, en esa conversación, de que tenía ya en el cielo un admirador que intercedería por ella.

En aquella charla entre don Alberto, Amália y otras personas, se aclaró una duda planteada por la célebre fadista, desde que había oído a alguien decir que era propio del hombre ser cruel. Don Alberto le contestó que de ninguna manera, pues había escuchado del propio San Josemaría que si Dios se hizo hombre era para que lo amáramos humanamente y «sólo podemos ser divinos si somos muy humanos», reafirmó, citando una frase textual que el santo había repetido mucho en su vida.

«Es una "petite histoire", pero revela bien la fina sensibilidad de la gran fadista, su clara simplicidad y su profunda humanidad», terminaba diciendo en el artículo de «Jornal de Noticias» Hugo de Acevedo. Y con esta frase también cerramos nuestro recuerdo, en esta doble efeméride, de Amália y de San Josemaría.

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