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Al arzobispo don Gabino, de los sacerdotes secularizados

12 de Octubre del 2015 - Jesús González Lobo

El 22 de agosto de 2015, encontrándome en Salamanca, en una charla con don Ezequiel, me dijo: "Déjame tu móvil, necesito hacer una llamada". Me extrañó tal petición en ese ambiente de silencio y puntualidad propio de don Ezequiel cuando se encuentra recogido realizando ejercicios espirituales. Y al momento me dice: "Llama tú a este teléfono. Vamos a felicitar a don Gabino, porque hoy se cumplen 50 años de su nombramiento como obispo". Tal vez haya sido la primera llamada que don Gabino haya recibido para felicitarle: la del padre espiritual del Seminario y la de un cura secularizado. Para algunos quizás haya parecido extraño, pero ha sido real. Es la tesis y la antítesis. Don Gabino es querido y respetado por todos los sacerdotes; por los que están en activo y por quienes hayan dejado, por el motivo que sea, no el sacerdocio, pero sí el ejercicio del mismo.

En nombre de estos últimos, entre los que me incluyo, quiero dirigirme a don Gabino. Antes, con su permiso, quiero aclarar unos conceptos que él sabe muy bien, pues no en vano es doctor en Teología, pero que muchos lectores pueden tener poco claros.

El sacerdocio es un sacramento de la Iglesia que imprime carácter. Esto quiere decir que nunca se borra, que nunca se pierde: "Semel sacerdos, semper sacerdos", una vez ordenado sacerdote siempre se es sacerdote. Esto dice la Sagrada Escritura. Y también nos dice: "Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec". A razón de esto, hay dos puntos o cuestiones que vienen al caso: el celibato sacerdotal y la tan cacareada secularización de los curas, solamente en la Iglesia de Occidente o Roma. En la Iglesia de Oriente los sacerdotes sí se pueden casar. Estos son para mí los principales motivos de la crisis vocacional y la falta de sacerdotes. Gran parte, por no decir la totalidad de los sacerdotes, se ha secularizado por el problema del celibato. El mismo Señor Jesús dijo: "No todos pueden con eso" (Mateo, 19, 12). Y San Pablo nos dice: "Melior es nubere quam uri" (mejor casarse que abrazarse). El celibato es una simple ley de la Iglesia.

¿Y qué es la secularización de los curas? La mayoría de las personas y muchos católicos no tienen una idea clara de lo que es la "secularización" de los curas. En los momentos presentes, la sociedad se está secularizando cada vez más y la Iglesia se está emolando en la marcha de la sociedad. La secularización en la Iglesia consiste en la autorización que se otorga a un miembro del clero para que deje los hábitos y abandone unas simples reglas a las que anteriormente estaba sometido. Más sencillamente, es hacer secular al laico, al que antes era eclesiástico, abandonando en este caso unos principios y comportamientos que antaño eran tradicionales y actualmente se han convertido en estrictamente obligatorios.

Todo esto atañe solamente al clero o al sacerdote que no vive en un convento ni pertenece a una orden religiosa. El sacerdote que se seculariza no actúa contra ningún voto, como suele ocurrir con los religiosos, que mayoritariamente hacen tres: pobreza, castidad y obediencia, siendo caso aparte los "benedictinos". Los sacerdotes tan sólo realizan ante el obispo que les ordena no un voto, sino una promesa de obediencia y reverencia.

Al dirigirme a don Gabino quiero expresarle mi afecto, mi cariño y mi agradecimiento. Soy testigo personal no de todos, porque no lo sé, pero sí de muchos sacerdotes secularizados que, como yo, han encontrado en él un padre, un amigo y, en muchos casos, un verdadero protector. De eso sí que puedo dar fe.

Cuando Sócrates (469 a.C.-399 a.C.) fue sometido a proceso para su condena, le ordenaron que manifestara la pena que él creía merecer. Sócrates contestó irónicamente que debía ser mantenido a expensas del Estado durante el tiempo que le quedara de vida, en compensación por los servicios prestados a sus ciudadanos. Esto le ocurrió al filósofo griego y ya ha llovido.

Muchos sacerdotes secularizados, que han trabajado en la diócesis en labores pastorales durante gran parte de su vida, quedan desprotegidos por la jerarquía eclesiástica y por los superiores que han tenido. Cuando yo daba clase en el Seminario de Derecho Canónico, me sucedió un caso muy peculiar. En cierta ocasión, hablando de la vida del sacerdote, yo les dije que mi consejo era que antes de ordenarse debían tener un título civil o una profesión, ya que podrían encontrarse en un futuro con una crisis o un serio problema en el que aconteciera aquella frase del Evangelio: "Para trabajar, no valgo, y para mendigar, me da vergüenza, ¿que haré?". Ellos aprobaron mi consejo, pero ¿qué ocurrió?, pues que al cabo de unos días me llamó el rector del Seminario, don Manuel Gutiérrez, y me comunicó que le había llamado el canciller secretario del Arzobispado, don Francisco, "Paquín", que hoy día es cardenal, para que me llamara al orden. Ése era el pensamiento de cierta jerarquía.

Estos jerarcas, algunos conozco, se atienen más a las palabras de Pío XII. Cuando preguntaron a este Papa, en la curia romana, qué hacer con los sacerdotes secularizados, su respuesta fue "muy ¿evangélica?", al tiempo que tajante: "Urantur", que se quemen. Usó la palabra evangélica porque está en la Sagrada Escritura. Ya la había utilizado San Pablo, pero de distinta manera, ya que éste último aconsejó y aquel sentenció.

Don Gabino piensa y actúa de distinta manera que Pío XII y se encuentra más bien en la línea de Sócrates. Él ha seguido ayudando en la medida que le ha sido posible. No es mi caso, como señalaré después, pero sé que él ha estado al lado de muchos curas que resultaban "incómodos" y siempre encontraron en él no sólo ayuda, sino también mucha comprensión. Éste es don Gabino: visitaba a los encerrados en la Catedral llevándoles mantas y termos con café; durante las huelgas, fue a la iglesia de San José de Gijón a enfrentarse con el problema, hablando con el que entonces era coadjutor, Jesús Peláez, vio que estaba en su sitio, como se debía estar, habló con él, lo apoyó y al marcharse dijo que el asunto quedaba en buenas manos. Siempre estuvo con los Mensajeros de la Paz y cuando estaban en necesidad le dio a su fundador y responsable, el padre Ángel García, su anillo y pectoral para que los subastara, ya que no disponía de otra cosa. Don Gabino siempre ha estado allí donde le necesitaron. Las cosas que se podrían contar en relación con él son innumerables.

Quiero ahora narrar resumidamente mi vida con don Gabino. La historia comienza en Covadonga. El día que llegó, yo estaba allí. Por aquel entonces, yo era canónigo doctoral del real sitio. Don Gabino entró en la archidiócesis por Covadonga. Allí, en la santa cueva, celebró misa por primera vez. Yo trabajé con él prácticamente todo el tiempo hasta los 37 años. Cuando don Vicente Enrique Tarancón vino del Concilio, me nombró director del centro de orientación vocacional y recorrí toda la diócesis. Fui también capellán de la Universidad, impartí clases de Derecho en el Seminario y la Normal de Magisterio, y formé parte del tribunal para la nulidad de los casos matrimoniales. La última vez que fui a visitarle y llevarle el libro que acabo de publicar, don Gabino me dijo que había trabajado mucho en la diócesis. Y es verdad, siempre trabajé a jornada completa. Con frecuencia iba a visitarle, recibir sus sugerencias y consejos pastorales. En cierta ocasión en la que me encontraba hundido, se lo comenté y me aconsejó hacer un mes de ejercicios espirituales. Ante mi negativa, me dijo que él iba a hacer una semana en el Seminario con un obispo amigo suyo y que les acompañara. Acepté y allí pensé y repensé en mi vida y en mi futuro. Cuando al final me preguntó cómo me encontraba, yo le respondí: "Don Gabino, alea jacta est", con lo que quise decir "voy por otro camino". Llegado el tiempo, él y quien por entonces era su obispo auxiliar, don Elías, lo tramitaron todo y en unos meses más o menos yo era persona libre. Estudié Magisterio, aprobé las oposiciones con el número tres. Esto ya ocurrió en julio del año siguiente y el 7 de diciembre me casé. Tengo un hijo que fue lo que dio sentido a mi vida. Cierto día, cuando venía de clase, me encontré con don Gabino y le invité a mi casa. Estuvo allí, en mi casa, cogió a mi hijo en brazos y eso constituyó para mí una alegría inmensa. Siempre le digo a Jesusín, mi hijo, que ha estado en los brazos de don Gabino. Mis relaciones con él han sido frecuentes en todos estos años. Hace unos dos meses que fui a la casa sacerdotal a visitarlo.

El día del 50º aniversario de su consagración episcopal acudí a la Catedral. Al terminar la santa misa, yo me encontraba en la esquina del banco y al pasar él a mi lado me emocioné e instintivamente le llamé: "¡Don Gabino!". Y él me dijo: "¡Jesús!”. Don Gabino ha sido para mí no sólo un amigo, sino un verdadero padre y estoy seguro de que ha sido con todos igual. En los 33 años que sirvió como arzobispo en Asturias hemos sido muchos los sacerdotes que nos hemos secularizado y nadie se ha quejado, que yo sepa, del comportamiento de don Gabino. Yo de él he aprendido a querer a Dios como Dios y a los hombres como hombres, sin distinción alguna. Recuerdo una manifestación en la que el Grupo Socialista reprochaba el comportamiento de la Iglesia y Antonio Trevín, que era uno de los organizadores, dijo en voz muy alta: "¡Don Gabino, esto no va por usted!". ¡Qué hermoso es amar a nuestros semejantes y dejarse amar! Solamente vale la fe que actúa mediante el amor.

Gracias, don Gabino, en mi nombre y en el de todos los sacerdotes secularizados. Somos conscientes de que su comportamiento con nosotros le ha perjudicado ante la alta jerarquía de la Iglesia. Muchos hubieran querido que usted actuara con nosotros como Pío XII, "urantur", que se quemen, pero usted, en lugar de esa palabra y todo lo que conlleva, nos ha seguido ayudando y nos ha dado ejemplo, siguiendo las palabras de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, 13-13: "Ahora, pues, son válidos la fe, la esperanza y el amor, los tres, pero el mayor de estos es el amor". Amor a todos los hombres, sin excepción, es amar a Dios: "Lo que hacéis a uno de mis hermanos más pequeños a mí me lo hacéis". Éste fue el pensamiento, el programa de don Gabino.

Alguien puede pensar que su caridad se limitaba a los suyos. Nada más extraño. Hay que pensar en los encerrados en la Catedral, las huelgas de los obreros en la iglesia de San José de Gijón, en los Mensajeros de la Paz y tantos casos que yo podría recordar al interesado lector. Don Gabino, al contrario que Pío XII, en todo momento estuvo al lado de los sacerdotes secularizados. A muchos de ellos, nombrándoles profesores de Religión, y a algunos, económicamente, pagándoles incluso reconocimientos médicos y medicinas cuando su situación quedaba ya fuera del régimen general de la Seguridad Social.

En la sociedad civil, cuando un obrero abandona una empresa, con cualquier categoría y en relación con el tiempo trabajado, la empresa tiene que retribuir a dicho obrero. Esto es ley. Es lo que la legislación obliga a todas las instituciones e incluso debe incluir a la Iglesia, pero ¿qué ocurre con el sacerdote secularizado? Dejando aparte la macabra postura de Pío XII y de los jerarcas que con él comulgaban y comulgan, muchos sacerdotes secularizados quedan desprotegidos por los que un día fueron sus superiores jerárquicos. Aquí quiero y debo ser sincero: nunca pedí indemnización a la Iglesia por los años trabajados y los servicios prestados.

Durante la última visita que hice a don Gabino hace unos dos meses tratamos el tema de la situación económica de algunos sacerdotes secularizados. Él me dijo que yo había trabajado mucho en la diócesis y es verdad. Lo hice a jornada completa y nunca pedí nada. En mi primer curso en Valdediós, mis padres tuvieron que pagar 1.800 pesetas. A partir de entonces, siempre estudié con becas, incluso también en Salamanca, en la licenciatura y en el curso de doctorado. Así y todo, reconozco que debo mucho a la Iglesia. Y cuando hablo de la Iglesia quiero referirme a su jerarquía, pues la Iglesia ya habría desaparecido si su vida dependiera de la existencia de una jerarquía. Estoy convencido de que la Iglesia es divina y pervive a pesar de los ministros que ha tenido (papas, obispos y clero en general). Nos basta con leer detenidamente en relación a la vida de los 265 papas.

Cuando yo me secularicé e inicié mi vida "civil", tuve como norma "lo comido por lo servido", en relación a lo económico con la Iglesia. Ella me facilitó una formación y yo le presté mis servicios. Ahora que estoy jubilado he publicado un libro relativo a las "Principales religiones del mundo y el vademécum de la religión cristiana", advirtiendo que el beneficio que pueda obtenerse será destinado a Cáritas. Me "repatea" la postura de la Iglesia con los curas secularizados y estoy convencido de que esta situación cambiaría si todos los papas fueran como Francisco, todos los obispos como el arzobispo don Gabino y todos los sacerdotes como don Ezequiel y don Jesús Porfirio.

Felicidades, don Gabino, en el aniversario de su consagración episcopal. Toda la Iglesia estuvo allí representada: su Santidad el Papa, la Conferencia Episcopal, sacerdotes en activo y sacerdotes secularizados, religiosos y religiosas, y una multitud del pueblo santo de Dios.

Don Gabino: que la Santina de Covadonga le siga protegiendo y bendiciendo por partida doble, como madre en el cielo y como la madre en la tierra, que tanto usted como yo no pudimos disfrutar de su compañía. Estoy seguro de que ambos estuvimos y estamos protegidos por ella, la suya y la mía.

Santina de Covadonga, sálvanos y salva España.

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