Puerto o ribeiro de Tapia
Desde el momento que el Principado se embarcó a través de unas dotaciones presupuestarias destinadas a la "mejora" de los puertos de Candas, Tazones, Viavelez, Puerto de Vega... ( sin tener en cuenta, el estados de otros con mas premura, en este caso y único en Asturias, el de Tapia) entre otros, obtuvo como respuesta, una contestación amplia, con o, sin fundamento de todos y cada uno de ellos.
Haciendo una comparación entre estos puertos (en general los de toda Asturias) y el puerto de Tapia, llegaremos a la conclusión de que no existe parangón entre estos y aquél.
Mientras a unos se les dotó de amplios muros de refugio, dársenas acondicionadas, con pilastras, soportes para pantalanes de atraque, servicio eléctrico, agua y todo lo necesario, por el contrario, en el aludido encontraremos las misma instalaciones propiciadas por el benefactor marqués de Casariego, ni más, ni menos (eso sí, múltiples señales de toda índole).
En honor a la verdad, debe decirse que se le suministraron en su perjuicio (por lo que afecta al calado y superficie de la dársena) unas enormes rocas, como desecho de la metedura de pata del corsé que en su día se colocó a la ría de Navia, con las consecuencias conocidas y el consiguiente derroche de capital público. Debemos añadir a este disparate, en lo que respecta a lo ya comentado, la merma de superficie y calado del puerto de Tapia, lo horroroso (el servicio y el daño no están en consonancia) de una rambla de varada, coronada de un casetón con los mismos atributos, indecoroso (sí que existen otras fórmulas para este servicio, menos onerosas, más practicas y, lo más importante, sin impacto, ni merma en lo que a la dársena se refiere).
Éstas son las inversiones de importancia realizadas en su perjuicio de este puerto desgraciado.
Es curioso (penoso) ver durante las bagas de mar de otoño-invierno, con resaca y bajamar no se puede transitar a pie, como en un ribeiro cualquiera. ¿A qué se debe, que le sobra o más bien que le falta? Dragar la dársena en condiciones, eliminar obstáculos rocosos, tan inútiles como peligrosos. En conclusión, darle profundidad, para que deje de ser un mal ribeiro.
Qué duda cabe de la necesidad de reforzar los diques (no simples parches) exteriores; con lo anterior, debería ser número uno de la agenda, en previsión de males mayores.
Como resultado de esta dejadez por parte del Principado, las consecuencias de toda índole, la económica, referida al abandono de la flota, tanto de altura recreo y recalada turística; todo ello en favor de puertos vecinos de otra comunidad mejor dotados.
El panorama de este olvido crónico o el omitir situaciones injustas para no significarse es un resquicio (del pasado) que aboca a la indolencia, una amnesia que inhibe las justas reclamaciones, no quedando exentas las instituciones locales, con su parte de responsabilidad, colocándonos en el estado actual.
En otro orden de cosas, en el ámbito autonómico, cabe preguntarse quién propone, evalúa y diseña el estado -en este caso de los puertos- y su intervención prioritaria. Se hace a voleo, por simpatía o capricho.
¿No existe en la Consejería del ramo, como en cualquier orden de la vida, unas prioridades, o acaso se confunde lo típico con el abandono? Aquél es compatible con el progreso.
Puede interpretarse como desinterés por este rincón de Asturias, digamos olvidado en lo que al puerto se refiere.
Sólo queda preguntarse: ¿hasta cuándo perdurará esta política autonómica?
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