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Tentativa de un cancionero asturiano para el siglo XXI

12 de Octubre del 2015 - Agustín Hevia Ballina

Ni buscados con un candil, según dicen que Diógenes recorría, arriba y abajo, el Ágora ateniense, tratando de descubrir un hombre, así nos encontramos con la inigualable conjunción de Joaquín Pixán y Antonio Gamoneda. De una parte el tenor de sublimidades, domeñador de los sones, de los altos, los graves y los bajos de la música, como quien, con su voz dotada del mejor timbre, pone al servicio de las musas las cuerdas bucales de su privilegiada garganta. Y, en el otro platillo de la balanza –¿quién será capaz y osará precisar cuál pesa más?– Antonio Gamoneda, el astur-leonés, crítico de arte y poeta, de quien diría, cual el viejo Ovidio de sí mismo confesaba, que “quidquid scribebam, versus erat”, verso sí también y poesía entre lo más sublime, lo aparentemente inalcanzable, es la poesía que Gamoneda nos obsequia. Cimas que emergen como los cipreses sobre las flexibles mimbreras, según canta Virgilio.

Mucha letra brotó de bien amaestradas plumas para poner de relieve esa inigualable conjunción de fuerzas, brotadas de dos a manera de manantiales, de dos sin igual veneros, de dos formas de expresión –música y pensamiento musicado, que es la poesía– dos formas de lenguaje y pensamiento, de intelecto y sapiencias bien acordadas, de ese, con humildad afrontado rimero de canciones, que amplifican los vastos campos y los amplios horizontes del Cancionero Asturiano, ahora por ellos enriquecido y hecho música de sublimidades.

A buen seguro que mi palabra cálida y apasionada, en el presente, se quedará sólo en los preliminares de lo que sería de justicia decir, antes de sumergirse en esa torrentera de música y palabra, bien afincadas en los hondones de la tradición y de lo novedoso –“nova et vetera”–. ¿Cuál de vosotros dos, Pixán y Gamoneda, Gamoneda y Pixán, podrá elucidarse, queriendo adentrase en los secretos y en las hondonadas de vuestras aportaciones? ¿Cuál de vosotros, a la verdad puso más las manos en esa elaboración refinada, como quien hace madurar el vino, que se “cuece” en las tinas, bien fabricadas de unas tierras venturosas que hace rica y prolífica el padre Narcea? Y completa con frutos ubérrimos, suministrados desde su Luarca natal por la mar.

¿Quién, sí, ha puesto más en la tarea las manos, para esos logros tan atildados? ¿Dónde se adentra más en las mismidades del alma la voz, hecha canción, o el lenguaje –voz y grito– hecho poesía bienaventurada? Cual si de un precipitado río o un embravecido torrente, que se precipita sobre las almas de los oyentes, la voz casi transfigurada y etérea de Joaquín Pixán, hermanada con los toques y retoques finísimos y convertidos en armonías, ajustados a exquisita métrica, en un bable entrañable, te llegan, en consonancia de perfección, a la mismidad del ser, a los hondones del alma, las vivencias poéticas de Antonio Gamoneda.

Subtítulo: La inigualable conjunción de Gamoneda y Pixán

Destacado: Dinamismo, creatividad, progreso que avanza sin interrupción, caminos continuados, un totum sensiblemente armonizado con la vida y el presente, con poética y estéticas de pretéritos lanzados hasta el presente

Letras y melodías, canciones y poesías, tonadas y sones, ríos y torrentes de voz, palabras y cancios, un mundo de músicas y de poesía, todo en una y armoniosa conjunción, para alcanzar resultantes y resultados los más logrados, omnipresente un hálito supremo de la obra bien hecha, de lo que resulta ser esa “Tentativa de un Cancionero Asturiano para el siglo XXI", proclamado con la humildad de una “tentativa”, coronada por las exquisiteces de lo sublimemente conseguido.

Canciones, voces bien acordadas, musicales instrumentos, intérpretes variados, chelos, pianos, gaitas, flautas, fagots, acordeones, órganos y cuerdas resonantes y, en contrapunto “la voz sola”, que es la de Joaquín Pixán, estremecedora y sacudiéndote el alma, una suma de potencias acordadas, de canciones y cantares, alternados, en ocasiones, con “ixuxús” tan asturianos, tal se me aparece esta realización tan acabada de Gamoneda y de Pixán, de Pixán y de Gamoneda, así tan acordados, cual sería el dual número en la helénica lengua –ambos a dos o dos en uno–, de cuyas posibilidades carece para expresividad la lengua castellana.

Expresión musical y poética de la cultura de un pueblo. Tradición, nunca quebrada ni rota, abierta empero a nuevas metas musicales. Lirismo musical y canciones. Nombres gloriosos para los Cancioneros de otrora, Gil Vicente, Fray Félix Lope de Vega Carpio, Federico García Lorca, Ángel González, y, el último, en esa “tentativa”, bien culminada, el de Gamoneda y de Pixán, de Pixán y de Gamoneda, en un intento de acercamiento a lo más actual, a lo vivo en las conciencias y en las almas, tendente hacia la futuridad de un mundo y de un más allá del siglo XXI. Dinamismo, creatividad, progreso que avanza sin interrupción, caminos continuados, un “totum” sensiblemente armonizado con la vida y el presente, con poética y estéticas de pretéritos lanzados hasta el presente, tales devienen los elementos conceptuales, que califiquen a este nuevo modo, a la novísima interpretación, al recentísimo mester de este Cancionero Asturiano.

El disfrute de esas letras logradísimas en la “fala asturiana” –Gamoneda–, hechas voz –Pixán–, excede toda ponderación. Resonará vibrante para ti y quizá más para mí esa “Suit del trabayu nel campu”, bien anclada en la tradición del ayer, hecha etnografía plena y vivencial en el hoy. Te resonará, a seguido, incomparable y hermosa, la “Rosa nevada”, en un todo de Pixán y de Gamoneda, al igual que la “Vaqueirada del brincu”, en las líneas de la honda tradición más vaqueira, bien perfilada por ambos a dos, cada cual en lo que le toca. Para mí destaca, por las bellezas de su estética, el “Arrimadín a aquel roble”, lleno de las más puras esencias de belleza y de poesía, en que ponen mano, a porfía, los dos autores, realzando la perennidad de la lírica y el lirismo del roble, testigo de longevidades sin par.

Emerge la sublime y bella reminiscencia del aliento lorquiano en el “Yé Verdá”, que quizá nadie ose superar. Tradición y novedad se trasluce en la canción que exalta “La Boina”, tan asturiana, “Esa tu boina, mozu/ tan recalcada/pa que la mio neña ponga/ los güeyos ena mio cara”, tan acorde con la vena tradicional, si bien con ligerísima modificación de Gamoneda. También aporta resonancias del San Roque de tantos lugares asturianos la “Liga Verde”, que “Cómo la voy a encontrar,/ si tou nel campu ye verde,/ dende´l monte hasta la mar”, en los veneros de la más pura tradición. Repararás, a buen seguro, en esa melancolía apabullante, en esa sensación de inmensa soledad, que aporta a tu espíritu ese “Por el camín del puertu/ nun pasa naide”, que se ve remarcado por el epifonema final: “Nun pasa naide”, que ambos a una, los autores hacen vida y conquista de madura estética. No dejes de lado, tampoco, ese “Vengo del rosale” que trae reminiscencias de Juan del Encina o de Gil Vicente, a los que traducen y musican Gamoneda y Pixán. O resaltarás, en el venero y en las raíces de la tradición, la lograda canción del “Puertu Ventana”, con novedades aportadas por Gamoneda y Pixán.

Y así, entre logros de creación en la música y en la poesía, van discurriendo “Como la rama”, “Enantes del día”, “Vaqueiras”, “Anda, munina, day. Guó, guó guó”, “Ena fuente del Rosel”, “Por una flor pequeñina”, “Carromateros”, “Romance del Conde Niño”, para concluir con “Les Entendeeres” y –¿cómo iba a ser de otro andar?–, con la “Santina Minera”, con música y letra en exclusiva de Pixán y de Gamoneda, de los dos.

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