Alumnado, familias y el calendario escolar que viene
Recientemente nos hemos enterado por la prensa de que la Consejería de Educación del Principado de Asturias, a propuesta de los sindicatos de enseñanza, quiere implantar un nuevo calendario escolar a partir del curso 2016/17, en el cual en vez de haber tres períodos vacacionales durante el curso, habrá cinco, manteniendo siempre, dicen, el mismo número de días lectivos. La justificación que se da es un supuesto aumento del rendimiento escolar del alumnado, pues, al parecer, éste llega muy cansado al último trimestre.
Tengo que decir que no deja de sorprenderme el argumento, por varios motivos:
Primero, porque Asturias está llena de médicos, electricistas, abogados, fontaneros, ingenieros, mecánicos e incluso de profesores, como los que han impulsado la propuesta, que han conseguido su título disfrutando de tres períodos vacacionales solamente, y no de cinco, y han demostrado que se puede desarrollar un rendimiento suficiente para ser buenos profesionales cada uno en lo suyo.
En segundo lugar, y siendo coherentes con la propuesta y aplicando el mismo criterio, también la jornada escolar diaria (desde las 9 de la mañana hasta las 2 de la tarde) debería ser partida y no continua, pues es de suponer que también llegan cansados a las últimas horas de clase. Obviamente, redundaría en un mayor rendimiento dar unas horas por la mañana y el resto por la tarde, después de un descanso, que hacerles pasar por un calvario de cinco o seis horas seguidas. Repito, este razonamiento es consecuencia de seguir el criterio esgrimido por los impulsores de la medida.
De la misma manera, los alumnos también llegan cansados al viernes, así que estirando el argumento, pero sin desviarse ni un ápice de su lógica, podríamos concluir que también sería beneficioso para ellos repartir los días semanales de descanso y en vez de tener jornadas de cinco días, concentradas de lunes a viernes, sería preferible para ellos intercalar los festivos, por ejemplo los martes y los jueves. En fin, que, como se ve, y aplicando siempre el mismo criterio, para mejorar el rendimiento escolar podría actuarse sobre otros períodos además del propuesto por sindicatos y Consejería. Pero no, sólo se actúa sobre uno, a saber: ampliar el número de períodos vacacionales.
En cuanto al alumnado, es sabido, por ejemplo, que la proximidad de un período vacacional relaja la actividad de los chicos y que después cuesta volver a retomar el ritmo. Si esto es así con tres períodos vacacionales, con cinco este indeseado efecto pre y posvacacional aumentaría. Desde este punto de vista, el cambio me parece incluso contraproducente.
Por otra parte, el cansancio del alumnado no deja de ser natural, pues proviene mayormente de que tienen que hacer los exámenes, exámenes que tendrán que seguir haciendo aunque el último período lectivo dure alguna semana menos.
En definitiva, el rendimiento escolar depende de muchos factores y pensar que aumentar los períodos vacacionales y acortar los lectivos va a conseguir que el rendimiento del alumnado asturiano se vea significativamente incrementado con respecto al de otras autonomías me parece francamente ingenuo.
Mi impresión es que el beneficio para el alumnado resultaría inapreciable o, cuando menos, dudoso. Y en todo caso, nunca sería proporcionado a los trastornos causados.
Sea como sea, y en cualquier caso, una medida de este calado debería considerar el resto de colectivos implicados, principalmente padres y madres, como es natural, pues a ellos corresponde conciliar la vida laboral con la familiar. No puede fundamentarse exclusivamente en que es mejor para el alumno, pues también es mejor para el alumno que le suministre medicación quien está con él a la hora en la que debe tomarla (medida avalada por los pediatras), y, por las protestas ocurridas hace unos meses, el profesorado no parece estar por la labor de ejercer tan altruista y benefactora acción. Ellos no son sanitarios, dicen, aunque el niño necesite el medicamento. Por lo tanto, insisto, vamos a tratar el tema transversalmente y vamos a atender a todos los colectivos implicados y a dejar de lado el exclusivo y demasiado manido superior beneficio del menor.
En cuanto a las familias, es evidente que será más difícil conciliar la vida laboral con la familiar. Hay que considerar, por ejemplo, que muchas personas tienen que coger obligatoriamente una semana de vacaciones en Semana Santa porque en el convenio colectivo de su empresa así se ha acordado. Es la época del año con mayor desplazamiento de vehículos en nuestro país. Sin embargo, el nuevo sistema elimina este período vacacional. Es decir, que los padres y madres asturianos se quedarán a partir del curso 2016/2017 sin vacaciones de Semana Santa, pero los niños tendrán vacaciones en marzo y en mayo, así como en noviembre. De hecho, ya para este curso se han aprobado las vacaciones de Semana Santa para la semana posterior al puente, de tal manera que muchos padres y madres tendrán vacaciones antes de las fiestas, y los niños las tendrán después de las fiestas. Esto no es un ejemplo de conciliación laboral y familiar precisamente. Tampoco es en absoluto bueno para los niños, pues pierden el contacto familiar que les proporciona la coincidencia de fechas vacacionales. Es decir, padres e hijos tienen vacaciones, pero ni se ven ni se disfrutan porque las tienen con una semana de diferencia. Lo positivo es que padres e hijos estén juntos en vacaciones.
Otro colectivo especialmente perjudicado con esta ocurrencia es el de padres y madres separados que tienen un régimen judicial de visitas. Todas aquellas personas que tienen ahora una sentencia firme se verán obligadas a entrar en un nuevo proceso judicial para cambiarlo, pues las nuevas circunstancias les obligarán a ello, con el consiguiente gasto en abogados, procuradores, tasas judiciales, etcétera. Y qué decir de aquellos que vivan en comunidades autónomas distintas. Uno de los progenitores residiendo en Asturias y el otro en cualquier otra comunidad autónoma de España. Es obvio que la posibilidad de conciliar las visitas se dificulta extraordinariamente con el nuevo sistema, sin contar con el aumento extra de gasto al tener que hacer más viajes de desplazamiento precisamente por tener las vacaciones más divididas.
Por otra parte, es sabido que el clima es un condicionante importante a la hora de distribuir los períodos vacacionales. Esta nueva forma implicaría necesariamente restar días a las vacaciones de verano, las más importantes, para disponer de nuevos días en el invernal noviembre y en mayo, mes en el que hasta el día 40, en Asturias, no nos podemos quitar el sayo.
Debemos considerar además, y éste es un argumento determinante para pensarse muy mucho la aprobación del nuevo calendario, que con el tiempo puede cambiar el color político del Gobierno de turno y pudiera ocurrir que el Ejecutivo entrante no estuviera de acuerdo con este sistema y reimplantara nuevamente el actual. Y así sucesiva y alternativamente, como viene ocurriendo una legislatura sí y otra también cada vez que un nuevo partido alcanza el Gobierno de la nación. Esto sí sería un destrozo para los niños, las niñas, los padres, las madres y el sistema educativo en su conjunto, puesto que en este país no hay forma de hacer un pacto por la educación. Además, Asturias sería una isla en el resto de España.
Para ir terminando, creo sinceramente que esto es un despropósito. En el fondo y en la forma. Creo que se ha gestionado mal, de forma poco transparente, sin pulsar verdaderamente la opinión del conjunto de familias, más allá de unos pocos miembros que tienen mucha representación formal, pero no tanta representación real, pues no todas las familias están en una AMPA, ni tienen por qué estarlo, pero sí que van a tener que padecer el nuevo calendario. A día de hoy, cuando al parecer ya está todo cocinado, la mayor parte de las familias ni se ha enterado de lo que viene.
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