Dos gaditanos irrepetibles
Recientemente, creo que en Cádiz o Jerez de la Frontera, se celebraba un íntimo homenaje al poeta y escritor José María Pemán, de tan rica herencia literaria de Cádiz y Andalucía, y una señora se permitió hacer el desafortunado comentario de calificar a Pemán como "criminal" y alguna otra calumnia o falsedad más. La interfecta, al parecer, tiene un cargo político y pertenece a un partido de extrema izquierda. Hoy ya no se respeta ni a los muertos, cualquiera que sea o fuera su ideología política. Esto, por una parte; por la otra, toda la "criminalidad" de Pemán ha sido ser escritor, periodista y, sobre todo, poeta, autor de importantes libros y obras teatrales. José María Pemán ha sido y es uno de los más importantes intelectuales andaluces, y cuanto ha "vomitado" sobre él esa desafortunada señora es indigno, falso y vergonzoso. Y no merece más comentario. Bueno, sí, que Pemán era monárquico y de derechas, y ésta era también toda su "criminalidad". Nada, que no hay manera de que tanto ayer como hoy se reconozca, valore y recuerde a una persona que destaque, en lo que sea, y prestigie y dignifique a su pueblo, obviando su ideología política. No seamos ruines y mezquinos, por favor.
Sí, José María Pemán y toda su rica obra literaria son vetados y olvidados hoy, como ayer ocurriera con otro gaditano, coetáneo de Pemán, igualmente olvidado y marginado, prohibido por el régimen anterior, y nos referimos a Rafael Alberti, otro gran poeta, de los mejores. Otra ruindad y mezquindad, porque el veto y prohibición a Alberti fue debido a su ideología comunista, silenciando entonces también su rica obra literaria. Mezquindad ayer y mezquindad hoy. Y todo porque se sigue arrastrando aquella soga de 1936, de tan dolorosa recordación, que no acabamos de soltar.
Que sepan los que siguen agarrados a esa soga que Pemán y Alberti, o Alberti y Pemán, son dos gaditanos irrepetibles y tanto ellos como toda su obra literaria tienen que seguir vigentes y recordados por igual, y respétense sus ideologías políticas y su recuerdo. Esto es lo que hemos hecho los que vivimos y sufrimos aquel triste y doloso pasado, de cuya soga tiran ahora los que no lo conocieron, osada y temerariamente, enfrentando de nuevo a las dos Españas. No tenemos remedio. Y con este bagaje nos vamos a unas elecciones generales que pueden resultar como aquéllas de febrero de 1936, que uno recuerda muy bien, y que fue el preámbulo de un drama que no debemos recordar. Por lo tanto, abajo el telón.
Ricardo Luis Arias
Aller
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