¿Por qué a ellos sí?
Cuando yo era bastante más joven, Telefónica era una compañía pública. Mucha gente se preparó una oposición y sacó plaza para trabajar en ella. Después de estudiar, examinarse y obtener la calificación adecuada, se fue a trabajar donde lo mandaron, haciendo puntos para acercarse a casa. Cuando el Gobierno de turno decidió privatizarla, muchos de sus trabajadores vieron cambiar drásticamente sus condiciones de trabajo, cuando no perdieron sus puestos. Hubo quejas y protestas, pero era una decisión política: hay que cumplir el programa, nos dijeron.
Cuando yo era un poco más joven, las cajas de ahorros eran públicas. También hubo mucha gente que se preparó una oposición y sacó plaza para trabajar en alguna de sus oficinas. Después de estudiar, examinarse y obtener la calificación adecuada, se fue a trabajar donde lo mandaron, haciendo puntos para acercarse a casa. Cuando el Gobierno de turno decidió privatizar las cajas, muchos de sus trabajadores vieron cambiar drásticamente sus condiciones de trabajo, cuando no perdieron sus puestos. Hubo quejas y protestas, pero era una decisión política: hay que sanearlas, nos dijeron.
Cuando yo empecé a trabajar, la filosofía era una materia obligatoria en varios cursos de la enseñanza. Mucha gente se preparó una oposición, intentando sacar plaza. Después de estudiar, examinarse y obtener una calificación adecuada, algunos la obtuvieron y otros entraron en listas de interinidad. Cuando el Gobierno de turno decidió eliminarla de la escuela, muchos de esos profesores interinos vieron cambiar drásticamente sus condiciones de trabajo, cuando no perdieron sus puestos. Hubo quejas y protestas, pero era una decisión política: hay que educar para conseguir trabajo, nos dijeron.
Cuando mi hermana empezó a trabajar, el Gobierno empezó a "externalizar" servicios. Mucha gente presentó sus currículos a empresas que concursaron por esos contratos. Otros, simplemente, entraron a dedo en la empresa de algún amigo o familiar. Cuando los contratos no se prorrogaban, o bien otra empresa se los llevaba, muchos de sus trabajadores vieron cambiar drásticamente sus ya penosas condiciones de trabajo, cuando no perdieron sus puestos. No hubo quejas: eran contratos por obra y se acabó la obra.
Ahora el Gobierno de turno en Oviedo ha decidido, cumpliendo su programa electoral, recuperar algunos de esos servicios, por considerar que deben ser públicos. Los trabajadores de una de esas empresas protestan y se quejan: sus condiciones de trabajo van a cambiar y, probablemente, muchos perderán su trabajo. Sin embargo, aquí sí hay una diferencia. El señor Rosón, miembro del Gobierno, quiere mantenerlos. El señor Llamazares, miembro del Gobierno, también. No importa cómo consiguieron su puesto, ni lo que pase con quienes, en otras empresas, están en la misma situación. No, señores. Ustedes dicen que se van a quedar porque ¿me sale de las narices a mí, que para eso me han elegido? ¿Me salto el programa electoral? ¿O me salto las normas de contratación pública? No importa. Yo me salto algo: es una decisión política.
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