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Una manifestación entre la dignidad y la ignominia

17 de Octubre del 2009 - Pedro Bengoechea Garín

Es impropio de una sociedad civilizada convertir el delito en un derecho. Algo que resulta, aparte de aberrante, éticamente perverso. No acierto en señalar de otro modo lo que se pretende hacer con el anteproyecto de reforma de la ley del Aborto en España. Muchos, al menos en apariencia, manifiestan reconocer la maldad intrínseca del aborto y toda clase de inconvenientes que arrastra y, sin embargo, tampoco son pocos los individuos que, tanto en el foro parlamentario como en otros escenarios, se muestran renuentes en adoptar las medidas correspondientes para reducir la tasa creciente de abortos en nuestro territorio nacional. ¡Quién hubiera dicho hasta hace poco, que para que no se convierta en lícito matar nunca a nadie, hubiera que salir a la calle a pedirlo con clamor! Es el caso de la manifestación de hoy en Madrid, necesaria por un lado, para defender el derecho a la vida, pero vergonzosa por el otro, al tener que hacerlo en un marco cívico suficientemente socializado pero permisivo, como el nuestro, con unos actos éticamente detestables e injustificables, que terminan por destruir al mismo que los genera o permite. La explicación hay que encontrarla en el desarrollo histórico que tuvo el fenómeno del aborto y los supuestos ideológicos que sostuvieron el derecho a abortar.

A principios del siglo pasado el aborto se castigaba como crimen. Desde la época de los emperadores romanos (S. Severo, A. Caracalla) la prohibición penal fue una constante. En casi todos los ordenamientos jurídicos ha existido la intuición de que el aborto era, cuando menos, una ofensa a la dignidad humana y ha habido intentos de defender la vida humana como un bien protegido. Por el contrario, su permisión legal en Occidente arranca de los años 20, hasta alcanzar una extensión universal de un hecho que comenzó como una costumbre y se ha convertido en la actualidad en un «derecho» de la mujer. Tiene diversas denominaciones: derecho a la libre decisión, derecho a disponer del propio cuerpo, derecho a la integridad personal: muchos nombres para ocultar la misma realidad occisa, siendo una concepción materialista enmarcada dentro de la ideología de género o feminismo radical. Pese a los intentos de organizaciones internacionales abortistas, tal derecho no está incluido todavía en la Carta Magna de los derechos fundamentales de la persona de la Organización Mundial de las Naciones Unidas (ONU). Su inclusión como derecho fundamental obligaría a los estados a legalizarlo, realizarlo y protegerlo. En tal caso, no basta con eliminar una vida, sino que se exige también se lleve a cabo en condiciones adecuadas, garantizadas por el Estado, para que sea un aborto seguro, sin riesgo para la mujer.

Así el aborto, que en un principio tenía una interpretación reducida y se limitaba a los casos señalados por la ley, más tarde se ha ampliado hasta garantizar el derecho total al aborto, sin considerar el tiempo ni las circunstancias. Es más, se ha considerado como algo propio del Estado democrático, como un valor más de la democracia pluralista, donde se convierte en exigencia máxima la igualdad entre el hombre y la mujer, particulamente, en el campo de la reproducción y la sexualidad. Se dice que en esta materia el hombre es libre, la mujer, no. Por lo tanto, la forma de corregirlo sería reconocer a la mujer el derecho al aborto. Una barbaridad.

Subtítulo: Madrid acoge hoy una protesta contra el anteproyecto de reforma de la ley del Aborto.

Destacado: Pese a los intentos de organizaciones internacionales abortistas tal derecho no está incluido todavía en la Carta Magna de los derechos fundamentales de la persona.

El principio de legitimación de este derecho se ha apoyado frecuentemente en el estado de «necesidad», lo cual, como sabemos, sufre ampliaciones o deformaciones injustificadas. También se ha alegado como una razón para evitar el exceso de población. Todo ello ha supuesto pasar del aborto-remedio al aborto-derecho, para terminar en aborto-obligación. ¿Podría ser éste el recorrido nefasto por el que discurriera la reforma de la ley del Aborto que promueve el Gobierno?

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