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Falta de tacto político del alcalde de Siero

27 de Octubre del 2015 - Benigno Martínez-Fuego (Marcenado, Siero)

En cierta ocasión le preguntaron al señor Álvarez del Manzano, siendo alcalde de Madrid, cómo resolvería el problema del tráfico en la Castellana. Con gracejo sevillano, Manzano respondió: "Muy fácil, cambiaré de nombre la Castellana".

Viene lo anterior a cuento de que el pasado 23 de agosto leemos en LA NUEVA ESPAÑA la noticia contada por Manuel Noval Moro de que el alcalde de Siero, el socialista Ángel García, para zanjar el debate sobre el nombre de la Casa de Cultura de Lugones, que había dividido a la localidad entre las dos propuestas, la del cronista local, José Antonio Coppen, y el dramaturgo Etelvino Vázquez, tuvo la fugaz y vergonzosa idea de que ningún edificio público lleve nombre de personas físicas. De esta manera evita decidirse entre las dos propuestas para la de Lugones y es la forma de zanjar el debate que había, dijo el regidor. Me quedé parado. Como aquel que hizo desaparecer una camada de cachorros, los metió en una caja y los tiró río abajo. Matizando, eso sí, que había hecho agujeritos para que pudieran respirar.

Sonreí al leerlo, me pareció un reflejo de un gobierno que acostumbramos a vivir día tras día en los últimos años, los nuevos políticos, si es que son nuevos, y el recién estrenado regidor Ángel García, en la misma línea que los anteriores y sin expectativa de mejora, dedicando tiempo a gestos demagógicos que forman parte de su populismo pachanguero; con sus propios criterios llevan las medidas al extremo para la polémica, campan por sus respetos, con desprecio a los ciudadanos, no nos quieren, les cuesta sumamente querernos, y como son unos enanos ideológicos cuyo corpus político tiene menos consistencia que la de un terrón de azúcar en un puesto de feria, son varias las razones para considerar preocupante la falta de tacto político exhibida por el alcalde de Siero. Su postura y la de su grupo político de que ningún edificio público lleve nombre de personas físicas, su pronunciamiento, deberían haberlas pensado mejor o al menos dos veces, porque las primeras impresiones denuncian prejuicios e ignorancia; su postura no puede ser entendida como acto de libertad o autonomía, son evidencias de que someten la relación a consideración, ese empeño en eliminar, quitar o cambiar nombres vulnera una rutina de filosofía de siglos, cambia la naturaleza de aquellos a los que afecta, al no permitir que edificios públicos guarden nombres de personas para que la historia se quede para siempre en la memoria de la ciudad. Todo un despropósito contra el común de lo que el pueblo quiere y se merece. Si viviera, veríamos al intelectualmente poderoso de aquel tiempo Unamuno encendido en esa ira tan peculiar contra la sinrazón que tanto definía al gran escritor vasco al comprobar lo que aquí está pasando.

Soy de los que llevaron un berrinche con la noticia dada en estas páginas, no tiene desperdicio alguno, se comenta sola y retrata a la persona de cuerpo entero, al primer edil de Siero, lo juzgo con lucidez mucho antes de que comenzara su heroica travesía hacia nada, porque no hacen nada, saben de sobra que el problema son ellos, que no gustan de remangarse por los asuntos, dejando que las cosas fluyan y se resuelvan por sí solas con el tiempo. No han respondido a la solicitud del abogado Eradio González Cano, encabezando a un grupo de vecinos, para el reconocimiento de José Antonio Coppen, y meses más tarde el letrado José María Álvarez Guisasola presenta la del director y actor teatral Etelvino Vázquez. Tenemos ya el lío; ahora a ver cómo se sale de él. Se les pudo dar gusto a las dos propuestas, sin disgustar a ninguno, pero la actitud pusilánime de Ángel García y su Grupo Socialista miman sus posiciones intolerables y de falta de respeto a la voluntad popular. Visto lo visto de corrección para resolver los problemas que sólo acaban siendo atentado contra valores de convivencia. Deberían saber (o al menos intuir) que el que lleven nombre de personas los edificios públicos puede seguir como hasta ahora, llamándose Casa de Cultura de Lugones o Auditorio de la Pola, como Biblioteca de la Pola, Polideportivo de la Pola o mercado de ganados de la Pola, sin tener que dar nombre de la persona.

Como escribió Larra, que tenía buen ojo, "Dios nos libre de caer en sus manos". Para más inri, el regidor sierense, Ángel García, dice haber encontrado la forma de contentar al letrado que presentó la solicitud del dramaturgo. Si la demagogia cotizara en Bolsa, no habría problema.

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