Un real efecto 3D
Leyendo un artículo publicado el 18 de octubre en el diario El Comercio sobre el plan de prevención regional del ciberacoso escolar, medida tomada por 22 centros educativos y 250 alumnos, no he podido evitar dar un suspiro de alivio. Estoy totalmente de acuerdo con este método de prevención del ciberacoso, ya que es una de las formas para evitar que este problema tan importante tenga lugar. Es cierto que las redes sociales e Internet se han convertido en herramientas imprescindibles para nuestro día a día, pero también deberíamos tener en cuenta el modo de emplearlas, ya que nuestros actos en la red dejan una huella difícil de borrar, y las consecuencias asociadas a dichos actos traspasan fácilmente las pantallas, y por esta misma razón opino que hay que inculcar a las generaciones venideras valores como la empatía y el respeto a los demás, mostrarles una educación basada en dichos valores, y hacerles ver los pros y contras de Internet, darles una serie de pautas para que aprendan a emplear adecuadamente este sistema tan aparentemente fácil, pero que en realidad es mucho más complejo.
A mí, como a cualquier otra adolescente, me gusta hacerme fotografías así como salir en ellas con gente, y no me importa que las personas las cuelguen, siempre que las conozca personalmente y tenga confianza con ellas. Pero yo, personalmente, no soy muy amiga de las redes sociales, y actualmente tengo las que me son más útiles para mi vida diaria, como WhatsApp. No tengo cuenta de Facebook, ni de Twitter, ni de Instagram... porque anteriormente sí fui amiga de las nuevas tecnologías que a mí me tocaron, cuando empecé esta etapa tan dura que es la adolescencia, y debo confesar que el hecho de probarlas fue una experiencia desagradable que no me gustaría volver a vivir, o por lo menos hasta que no aprendamos a utilizar de forma correcta las redes e Internet; y hasta que los encargados que se ocupan de su funcionamiento apliquen su normativa, sus Condiciones de Uso, con los usuarios molestos, y no con los que la están cumpliendo.
A mis trece años de entonces, yo me había hecho diversas cuentas, creyendo que utilizaba bien Internet y que tendría muchos amigos en el centro donde estudiaba. Por aquel entonces, yo sufría bullying, y fui considerada como una rarita por no tener redes sociales, y más aún por no tener los "más de 500 amigos" que ellos sí tenían. Quería integrarme y ser aceptada por un grupo de gente de mi edad de ese momento, pero el resultado fue contrario al deseado y, por consiguiente, tuve una experiencia contraria a la esperada. Tuve varias vivencias desfavorables que me dolieron, como ver comentarios relacionados conmigo, por citar alguna de entre otras que también me causaron mucho daño. Por ese motivo me preocupa que los chicos de estas edades de hoy en día tengan al alcance de la mano y en su smartphone aplicaciones como WhatsApp o Instagram, porque las redes sociales permiten disfrazarnos de personas que no somos, y si no tenemos cuidado pueden jugarnos malas pasadas y hacernos mucho daño, mucho más que cuando estamos desconectados: según Elsa Punset en su libro "El mundo en tus manos", insultar y agredir en Internet es muy fácil porque no nos contagiamos del malestar de nuestro interlocutor escribiéndolo, sin mirarlo a los ojos, a diferencia de si lo hacemos en la vida real, lo que conlleva a que el emisor se sienta bien, ya que estará ejerciendo poder, y el subidón de placer provocará que siga agrediendo de forma impune, así como la costumbre de decir y hacer cosas que duelan a los demás sin ser responsable de ello ni pagar el precio de su malestar; de ahí que hacer daño en Internet sea, por desgracia, gratuito y sencillo.
Con mi experiencia aprendí, además de a utilizarlas mejor en el futuro y a ser más precavida en Internet, a que éstas no dan la felicidad, y que nadie es extravagante por no tenerlas. Asimismo, aprendí a que los verdaderos amigos no son ese número de personas tan elevado que tenemos añadidos en el perfil de Facebook, o esa cantidad de seguidores de Twitter o de Instagram. Voy a finalizar con un proverbio de Aristóteles sobre la amistad que dice así: "La amistad es un alma que habita en dos cuerpos; un corazón que habita en dos almas".
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