En respuesta a Llarina González Moreno
Una buena persona –siempre se encuentran buenas personas por el mundo– acaba de facilitarme el artículo de la señora Llarina González Moreno, concejala de Izquierda Unida en el Ayuntamiento de Avilés, que fue publicado en este medio, en la sección "Cartas al director", el pasado lunes 5 de octubre, al que tituló "Las excusas biológicas del machismo". El artículo en sí hace referencia a otro, publicado por mí en la sección "Tribuna", el día 1 del mismo mes, y al que rotulé "Diferencias sexuales en el comportamiento". Y así, la señora concejala expone: "Las mujeres de Izquierda Unida queremos mostrar nuestra máxima repulsa y rechazo a esas palabras. Como mujeres nos sentimos insultadas y vejadas".
Parece ser que el motivo de la repulsa y vejación son las expresiones "monitas" y "monos macho". Pues bien, en este artículo de divulgación científica, yo expresaba "textualmente" el escrito del catedrático de Neurobiología de la Universidad de Ámsterdam Dick Swaab, extraído de su libro "Somos nuestro cerebro”, donde dice que "fueron Alexander y Hines quienes ofrecieron a crías de monos verdes, muñecas, coches y pelotas. Las monitas eligieron las muñecas y se pusieron a olisquear la zona anal y genital, mostrando de este modo el típico comportamiento materno, mientras que los monos macho tenían más interés en jugar con los coches y la pelota. Así pues, la preferencia por un tipo de juguete no nos viene impresa por la sociedad, sino que está programada en nuestro cerebro para prepararnos para el papel que habremos de desempeñar en ella: la maternidad en el caso de la niña y la lucha o actividades técnicas en el niño". El libro, de gran interés científico, y escrito en un lenguaje divulgativo muy comprensible y ameno, es una verdadera joya que invito a leer a todo el mundo. En Holanda, país al que solemos poner como referencia por sus principios sociales y democráticos, lleva publicadas varias ediciones y nadie ha tildado a su autor de machista.
Pero si con ello he herido la sensibilidad de alguien, pido disculpas, pues nunca ha sido esa mi intención. Soy médico, y como tal, los que pertenecemos a esta profesión somos científicos y humanistas, siendo nuestro deber y vocación ayudar al prójimo intentando curar sus enfermedades, tanto somáticas como mentales, y si no podemos curar, al menos aliviar. No hacemos distingos de sexo, religión, color de piel, ni siglas del partido político al que sienta más inclinado. Por lo tanto, ni un ápice de machismo, feminismo y otras etiquetas.
Quiero finalizar diciendo que lamento que se haya buscado entre líneas para sacar de contexto los resultados de un experimento científico que narra –y yo he reproducido textualmente– el internacionalmente prestigioso catedrático de Neurobiología profesor Dick Swaab.
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