Saber y ganar
Próximo a dos décadas, el concurso “Saber y ganar” ha creado una tradición televisiva donde se juntan todas las generaciones. Un abanico de preguntas sobre ciencias, letras, artes y técnicas se imbrican de tal modo que el espectador está aprendiendo amenamente sin darse cuenta. Pero hay un aspecto del programa que deseo puntualizar.
Desde hace meses se ha añadido la dinámica de recurrir a antiguos concursantes que llegaron a las cien ediciones. El programa los designa como eméritos; su sobrada preparación les diferencia mucho los nuevos concursantes, que además de resultar eclipsados no sobrepasan la semana. Las lisonjas y los encomios del presentador hacía los eméritos nombres cuya palpable superioridad abruma a esa nueva hornada, manifiestamente inferior.
Por eso me pregunto si hoy en día no hay aspirantes preparados y diestros que puedan crear una rivalidad emocionante al lado de las viejas glorias. Televisión Española no puede dar en el espectador la imagen de la que la destreza y la competitividad en el mundo de la cultura sean cosas del pasado. Pienso que el nuevo estilo del programa con presencia de un emérito está acomplejando a muchos espectadores que aspiran a concursar. Un espacio de cultura general no se puede convertir en una pasarela de cerebros cuyo espléndido retorno inflará haberes astronómicamente. Me gustaría encontrarme con caras nuevas que además de desenvolverse en múltiples campos del saber, sean competitivos y ofrezcan otras inquietudes. Así entiendo yo esta Historia menuda que es la vida de la pequeña pantalla.
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