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Becas EDP: humillación, desinterés e injusticias

22 de Octubre del 2015 - Sofía Perera Martínez (Oviedo)

Se está hablando mucho últimamente de las becas de prácticas universitarias de EDP. De la gran cantidad de becarios que acogen. De lo bien que los tratan.

Escribo para desmentir esto último. Sé que no valdrá de nada y que la empresa seguirá aprovechándose de la mano de obra barata y de la publicidad, preocupándose poco o nada de sus becarios. Pero si al menos consigo que algún estudiante lea estas líneas y se plantee si realmente merece la pena el disgusto por 350 al mes, habrá servido de algo.

La semana pasada salió en los periódicos la presentación que organizó EDP para informar a los futuros becarios. Aquello no fue una reunión informativa, fue un acto publicitario. Rodeados de cámaras de distintos medios, nos forzaron a poner una sonrisa y levantar las manitas como niños de cinco años en un cumpleaños. La presentación consistió en la proyección de unos cuantos vídeos -muy casposos, por cierto- sobre lo maravilloso que era EDP y lo bien que trataban a los becarios.

Aparte de eso, nos dieron un papel en el que nos informaban de los destinos a los que nos asignaban, sin darnos la posibilidad de hacer preguntas. No sólo eso, sino que dicha asignación de puestos era un completo sinsentido. Ni siquiera tuvieron en cuenta dónde vivíamos. De mis seis compañeras, yo era la única residente en Oviedo y, sin embargo, fui la única a la que le asignaron un puesto en Gijón. Si no iban a dejarnos elegir el puesto por orden de nota de expediente, al menos podrían haber consultado nuestra localidad de residencia.

Pero la cosa no acaba ahí. Se ofertaban seis puestos en nuestra facultad y en la lista aparecían ocho nombres. ¿Habían ampliado plazas? Era curioso, puesto que todos -todas, en este caso- habíamos visto la lista oficial de admitidos, con sólo seis nombres en ella. ¿De dónde salían entonces esos dos puestos extra? No es difícil imaginarlo, ¿verdad? Sobre todo cuando te das cuenta de que esas dos personas no eran las siguientes en la lista, sino que estaban mucho más abajo, y que sabían que estaban admitidas en EDP antes de que lo supiéramos el resto por los canales oficiales. También sospecho que pudieron elegir sus puestos de trabajo.

En mi caso, no sólo me enviaban a Gijón, con el consiguiente gasto de gasolina, sino a un polígono cercano donde tienen un pequeño edificio, dejado de la mano de Dios. Bastante injusto, teniendo en cuenta que era la segunda de la lista. Pero es que, para más inri, en ningún momento nos ofrecieron un email o un teléfono de consulta. Ni siquiera el del tutor que nos correspondía.

Sabía que había un puesto vacante en Oviedo y, en consecuencia, quería saber si podría cambiarme. El lunes, el encargado me dijo que sí, pero que tenía que ir primero a mi puesto asignado en Gijón y luego ya se tramitaba. El martes fui hasta allí, perdiendo clase, y, tras más de 45 minutos dando vueltas por la zona sin encontrar el edificio además de no darnos un teléfono, tampoco nos habían dado la dirección- decidí volver a Oviedo, profundamente disgustada, con los peligros que eso conlleva al volante. Volví a contactar con el mismo hombre y cuál es mi sorpresa cuando me dice ahora que ellos no tramitan ningún cambio, que tengo que rechazar la beca y hablar con la universidad.

Al final, he acabado por darme de baja y tampoco tengo ganas de pedirle a la universidad que me vuelva a poner en la lista con la esperanza de que me asignen un puesto en Oviedo. ¿Para qué? ¿Quiero trabajar para una empresa que no se preocupa de sus trabajadores, que no ofrece información, que admite a gente por enchufe y envía al exilio a quienes obtienen el puesto por méritos propios? No, gracias. Soy demasiado joven para venderme, y menos aún por 300 tristes euros.

Somos la generación mejor formada de la Historia, pero nos comen la cabeza con que no se puede rechazar ningún trabajo hoy en día. ¡Cómo vas a rechazar unas prácticas remuneradas! ¿Estás loca? Pues tal vez sí, tal vez esté loca por pedir un proceso de selección y asignación justo y exigir un mínimo de preocupación por parte de quien me emplea. Tal vez esté loca por no consentir que me humillen de esta manera, despachándome sin contemplaciones sin tan siquiera mirarme. Tal vez esté loca por considerar que mi dignidad, mi tiempo y mi dedicación valen más de 350 .

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