Centro penitenciario de Lugones
Más o menos eso es lo que aparenta desde este verano el instituto de secundaria de nuestra localidad. Se ha convertido en un recinto fortificado por una valla gris metálica. Será, quiero suponer, un exceso de celo protector por parte de la dirección del centro. Allí han vuelto a acudir desde septiembre chicos y chicas desde los once años hasta los dieciocho o algo más. ¿Qué ven en esa valla, que ya antes era más alta que todos ellos, pero que ahora debe de superar los tres metros? ¿Que temor hace alzar semejante impedimento? ¿Acaso se ha visto el instituto asaltado por agresores comeniños? ¿O es que se quiere retener a los alumnos y alumnas por cualquier medio a falta de poder aplicarles grilletes?
¿Vamos a enseñarles a nuestras visitas nacionales y extranjeras que una escuela asturiana se caracteriza por su infranqueable perímetro? Luego nos cuentan que se quieren centros educativos acogedores donde el buen ambiente favorezca el trabajo académico y el aprendizaje de una convivencia cívica. Me cuesta imaginar que semejante intervención de vallado haya sido respaldada por la mayoría de la comunidad educativa, no lo ha sido desde luego por la mayoría de familias y de alumnado, por más que fuese informada en el consejo escolar.
Cuando mi hija de doce años va al instituto, puede encontrar dificultades por la conducta disruptiva de algunos compañeros, pero eso no va a cambiar porque el instituto se haya convertido en alcázar. Si mi hijo de dieciséis debe terminar de aprender que las normas deben cumplirse por su valor y la legitimidad con que han sido dispuestas, y que contravenirlas acarrea consecuencias que deben ser asumidas, ese aprendizaje difícilmente va a tener éxito si cada mañana siente que se le recluye a prueba de cualquier disidencia.
Lugones es un lugar genial con gente estupenda y un instituto de secundaria y bachillerato que ahora parece un centro penitenciario. ¡Qué triste!
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