El acoso escolar
Es la primera vez que aparece la figura del acoso escolar en una ley del ámbito de la enseñanza, como es el caso de la nueva ley Orgánica 8/2013. ¿Significa este cambio la erradicación del fenómeno como tal? El espíritu de la letra no siempre cala en la conciencia de quien debe aplicarla. En cierta ocasión, la madre que se quejaba de que su hijo estaba siendo objeto de acoso escolar escuchó como respuesta: "El mundo es una jungla y los niños tienen que aprender a defenderse". (Cada cual, en su discurso, refleja su propio mundo; es lo que Freud llama proyecciones). Tiempo después, estos padres, a quienes se les reprocha ser superprotectores acerca de su hijo, quien, indefenso, recibe de sus compañeros tunda de patadas y puñetazos por orden del acosador, tienen que oír el siguiente comentario: "Tu hijo no se sabe defender, carece de habilidades sociales". Es obvio que la asunción o no del espíritu de la letra vendrá dada por la altura moral de quien tiene que hacer cumplir la ley. El hecho es que bien la indiferencia con el sufrimiento del doliente, bien la cobardía moral para afrontar la situación como se debe hacer, bien ambas, ha dado lugar a que unos padres de Gijón hayan perdido a la hija y escuchar una sentencia en la que su vida sólo vale un mes de servicio social para las inductoras al suicidio. Es muy posible que la madre de la adolescente que decidió acabar con su vida esté convencida de que si le hubieran puesto en conocimiento de la situación dolorosa que sufría su hija e informado de los mecanismos legales para protegerla, su hija seguiría sentada cada Navidad en la mesa y cada víspera de Carnaval hija y madre seguirían disfrutando con la preparación del disfraz.
La otra resistencia frente a la erradicación del acoso escolar tiene también su sede en la misma condición humana, en concreto en los rasgos psicológicos propios del acosador. La estructura conductual del acosador se configura en el hogar, a través de la escenificación de la relación dominante-dominado a cargo del padre y de la madre. Así, se puede asistir al siniestro espectáculo de un joven de corta edad, manipulando a sus seguidores o subyugados mediante coacción (eres de los nuestros-no eres de los nuestros), para que realicen su voluntad de hostigar a la víctima, cuando no es él mismo quien lleva a cabo la violencia y el hostigamiento, eso sí, siempre arropado por sus coaccionados colaboradores. La conducta dominante-dominado, y que Freud denominaba sadomasoquista, presente en todo acosador, aparece acompañada de otros rasgos psicológicos que los cuentos tradicionales presentan mediante la figura al otro lado del espejo o síndrome de la madrastra o síndrome de las hermanastras, y que se manifiesta como un vehemente deseo por ser o tener aquello que sus dotes naturales o la crianza le han negado, y de ahí la conducta compulsiva, como mecanismo de defensa, de destruir aquel que refleja los secretos insondables de su alma.
Los padres deben saber que su hijo acosado cuenta, en cada despertar, con el hostigamiento al que le someterán sus compañeros, desde que sube al autobús hasta que lo recogen al regreso de la jornada escolar, y, entrada la noche, la angustia le abrazará como terror anticipatorio por aquello que se encontrará obligado a vivir un día más, sin ver el final a este sufrimiento. En la medida en que esta tortura nunca llega a su fin, un hondo sentimiento de soledad e indefensión irá minando su alma, hasta el extremo de desear desesperadamente acabar con su vida. Sepan padres que su hijo víctima de acoso, desde el momento que suelta su mano para subir al autobús, accede al más siniestro de los escenarios, sin que usted esté allí para protegerle, sin una mano que le rescate; porque quien debe ponerlo en su conocimiento cobardemente calla o maquilla de diferencias entre jóvenes lo que es una situación de acoso escolar.
Ana Raquel López Arango, psicóloga y logopeda
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