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Accidente cerebro-vascular

9 de Noviembre del 2015 - Ana Raquel López Arango

Uno de los daños asociados al accidente cerebro vascular es la afasia, daño que se origina por la lesión sufrida en la zona de la corteza cerebral que regula el lenguaje. El tratamiento es complejo, porque no sólo hay que ayudar al paciente a recuperar el habla, sino también a resolver la situación psicológica y el cambio que conlleva en su vida familiar y social. Una complejidad añadida es el modo cómo el accidente cerebro vascular alcanza a las personas allegadas al afectado y que se hacen cargo de sus cuidados. La complejidad añadida del tratamiento lo es, porque los familiares, sorprendidos por la nueva situación y desbordados por ella, necesitan, a su vez, apoyo psicológico, sean conscientes de ello o no.

La trombosis, la embolia y el traumatismo cerebral, cuando dañan la zona que regula el habla, incapacitan a la persona afectada para comunicarse con los demás. La alteración en el lenguaje y la dificultad para articular palabras, recordar los nombres de las cosas, escribir, leer y comprender, son las formas como se manifiesta esta dolencia. El daño cerebral les incapacita, en algunos casos, no sólo físicamente, sino también para pedir a tiempo el que se les ayude a realizar sus necesidades. La minusvalía física, unida a la incapacidad para hablar, genera un grave deterioro emocional. Si bien estas personas han perdido la capacidad para comunicarse con quienes les acompañan, tienen una conciencia clara de lo que les sucede, de su incapacidad para valerse y para solicitar la atención a sus necesidades. Esta circunstancia hunde a estas personas en una profunda tristeza y soledad, que se ve agravada por la vergüenza que sufren por hallarse necesitadas de cuidados y atenciones, como si de un niño de meses se tratara.

El sufrimiento no queda ahí. El largo período de recuperación acaba por socavar la vida social del paciente. Esta dimensión social del daño sobreviene al tener lugar en la conciencia del afectado un cambio de percepción de su relación con los otros. El tiempo, requerido para restablecer el daño cerebro vascular en sí y sus efectos, favorece la percepción de que no se es ya el mismo, incluso, de elemento incómodo para el círculo de sus amistades. Esta asunción de su estado de afectado, por accidente cerebro vascular y de afasia, conduce, en la mayoría de los casos, a un encapsularse en el hundimiento moral, propio del que asiste a la suelta de amarras de su mundo social y a la deriva en el océano de la soledad impuesta.

Pero también la vida de los familiares sufre un cambio importante. Estas personas se encuentran con una situación que escapa a su control. Testigos del drama de su familiar no saben cómo aliviar su sufrimiento. Desbordados por la nueva circunstancia, desorientados, acaban sucumbiendo y apoderándose de ellos la depresión psíquica -manifiesta o encubierta-, tensión nerviosa, excesiva irritabilidad, y que deteriora la vida familiar, personal y laboral. El daño no queda ahí. En muchos de los casos, estas personas, al encontrarse desbordadas por los cuidados que requiere su familiar, se ven obligadas a renunciar a aspectos importantes de sus vidas, tanto afectivos como proyectos personales. Ello les lleva a percibir sus vidas como un proyecto truncado, percepción más dolorosa si cabe por la consideración en que son tenidas por el familiar afectado. Es el caso que, en algunos de los afectados, la inseguridad y los temores despertados por su estado de desvalido, aparecen, como mecanismo de defensa, ciertas maneras despóticas en el trato dispensado a sus seres más próximos. Si al sufrimiento por el familiar, objeto de sus cuidados y atenciones, se añade el hiriente trato, es de esperar que acabe sucumbiendo a un desmoronamiento moral.

De ahí que el afectado de afasia y la persona o familiares que de él cuidan necesiten ayuda. En el caso del paciente, esta ayuda ha de ser tanto un tratamiento de logopedia, que le dé los instrumentos necesarios para expresar sus necesidades, sentimientos y, en definitiva, comunicarse con los demás, como una ayuda psicológica que le permita asumir y afrontar su nuevo estado. En el caso de la persona que le cuida, la ayuda psicológica le permitirá saber qué hacer y cómo conducir la propia vida, así como la relación con el familiar afectado.

Ana Raquel López Arango (psicólogo y logopeda)

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