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Desde niño quiso a los pobres

30 de Octubre del 2015 - José Fuentes y García-Borja

El 8 de septiembre de 1555 moría en su Arzobispado de Valencia, en medio de la máxima pobreza y desprendimiento. Su gesto final fue de generosidad extrema: se distribuyeron en dos jornadas 5.000 ducados de limosna por mandato del santo prelado: "Dense prisa –decía casi agonizante– por que no me quede ni un céntavo: no me esté en casa ese dinero". Hasta la cama en que iba a morir se podía decir prestada, pues la había regalado a un criado que no estuvo presente en el reparto de sus muebles entre sus servidores. Los más cercanos le oyeron musitar: "Señor, nuestros corazones nobles son limosna que recibimos de Ti y así lo viví desde mi infancia; te lo entrego para que lo des a otros". Y así fue cuando niño con tiernas entrañas para con el pobre, desprendiéndose de las propinas, meriendas y vestidos.

Nuestro Bartolomé Murillo, "el pintor de los santos que amaron a los pobres", reflejó la escena en la que Santo Tomás de Villanueva, niño, está entregando a los niños pobres, sus amigos del barrio, sus vestidos: una chaqueta que llevaba puesta y otra que bajó de casa, un chaquetón, una blusa, que se van poniendo y, en este momento, está desabrochándose los pantalones para entregárselos (véase en el recuadro de la pintura de Murillo).

Tuvo un clima familiar sosegado, pródigo para hacer el bien, gracias al influjo recibido de su buena madre. Tomás García y Martínez de Castellanos, nacido en Villanueva de los Infantes, respiró con profundidad el calorcillo aromático del molino familiar, con su atmósfera acogedora para el necesitado. No en vano, el pan, dádiva humilde y humana, es el símbolo irreemplazable de la caridad. Aquel hijo de molineros que naciera en 1488 estaba llamado a ser él mismo pan; y con la misma naturalidad con que se da éste, se dio a sí mismo. Sus bienes raíces serán: 1.º, su ciencia y doctrina; 2.º, su gobierno paternal de la orden agustina; 3.º, su desgaste en la sede arzobispal de Valencia.

Limosna fue su breve magisterio en la cátedra de Artes de Alcalá. Dios reclamaba su persona, le dijo "sí" e ingresó en los Agustinos de Salamanca a sus 38 años: "vocación tardía". Alimentado con la Palabra de Dios y la de los santos San Agustín, San Bernardo y Santo Tomás de Aquino. Lleno de la sabiduría de Dios, nos legó esta admirable frase: "Enorme fatuidad la de quienes pretenden resplandecer mucho con la lámpara de la cultura desprovista del óleo de caridad... Noche y día andamos enfrascados en los libros... y dejamos el cultivo de la piedad para lo último. Queremos resplandecer, lucirnos, pero no arder. Creedme, amantes de la cultura, si queréis brillar, ungíos y compungíos íntimamente". Limosna fue la predicación encendida del fraile de rostro moreno y ojos oscuros. El pueblo de Salamanca, la turba de universitarios, nobles y magistrados, hasta Carlos V con su corte, escucharon con gusto y sumo interés a quien creía lo que predicaba y predicaba lo que vivía. Su legado espiritual, seis tomos de sus "Sermones", voces de su alma.

Limosna fue el gobierno de sus padres agustinos, elevando su celo y su cultura. Prior en Salamanca, Burgos y Valladolid. Padre provincial dos veces de Castilla y Andalucía. Comisario, visitador y reformador de sus agustinos. Y a todos, frailes y pueblo, les exhortaba diciendo: "Gobernad, sí, y al mismo tiempo entregaos en limosnas a los pobres".

Limosna fue su paso por Valencia, desde el 1 de enero de 1545; vivió en austeridad, con hábitos pobres que él mismo remendaba; todo era sobrio, desnuda su casa, dormitorio, despacho y comida. Su lema: "Yo soy pastor y como tal me debo a mis gentes", y así predicó con vigor, visitó cárceles y hospitales; en las parroquias elevó y estimuló a párrocos y feligreses. Clamó contra los abusos, corrigió a sus autores y satisfizo por ellos con su penitencia. Su amor a Cristo, a Santa María, a la Iglesia y a los sacramentos fue la fuente de su confianza en Dios. A su casa, siempre abierta al pobre, acudían centenares de necesitados "como propietarios", según él, "de las rentas del Arzobispado, de las que él era sólo el tesorero". Incalculable cantidad de dinero entregó a familias menesterosas, a pobres doncellas casaderas; acogió a niños expósitos, a los que dio sustento y nodrizas. Creó un cuerpo de médicos y cirujanos para atender a todos. Y fundó un seminario en el que se educasen con austeridad los futuros sacerdotes.

"Amad, oh ricos, a los pobres: son hermanos y redentores vuestros". En cada pormenor "echó todo su nombre de adentro". Elevado a los altares en 1618, su dulce figura continúa por siempre –como lo pintó Murillo– benignamente inclinada hacia las miserias humanas.

El próximo domingo, 1 de noviembre, Todos los Santos, es primer domingo de mes en el que hacemos la colecta para los pobres por medio de Cáritas. ¡Daremos gran alegría a nuestros santos y difuntos al ver más crecientes nuestras limosnas. Cuando en limosna damos la vida completa, en unos borbotones de sangre o derramada suavemente como alimento y medicina, hemos llegado a la plenitud de amor (Juan XV, 13) y podemos llamarnos verdaderos hijos de Dios (1.ª Juan III, 1 sgte.).

José Fuentes y García-Borja, canónigo de la Catedral

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