La desesperanza de una poetisa
"...Cinco sirenitas te llevarán / por caminos de algas y de coral...".
"Estoy en San Juan; tengo 4 años; me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta. A los 6 años, robo con premeditación y alevosía el texto obligatorio de lectura 'El nene'; nadie me da el peso para comprarlo. A una cuadra de la escuela entro en una librería y pido 'El nene'. El dependiente me lo entrega; entonces solicito otro libro cuyo nombre invento y le digo haberlo visto en la trastienda. Entra a buscarlo y le grito 'aquí le dejo el peso', y salgo volando hacia la escuela".
Alfonsina Storni había nacido en el Ticino suizo en 1892; de bebé, su familia volvió a San Juan de Argentina, pero esta vez la fortuna les fue hostil y la pobreza se mudó con ellos a Rosario, donde en el ruinoso café Suizo de papá hubo de lavar platos y servir mesas. A los 12 años empieza a escribir versos: "Llevo los bolsillos de mis delantales y los corpiños de mis enaguas llenos de papeluchos borroneados". A los 14 años trabaja en un taller de gorras. Como "no le da el físico" no puede hacer el papel de la Magdalena, sino el de San Juan en su primera y exitosa actuación en el teatro, y hace una gira de un año por Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Tucumán. Empieza Magisterio y lo costea trabajando de celadora. Ya maestra, colabora en revistas literarias. Un "hombre bien" le robó su corazón de 19 años, le hizo un hijo y la abandonó. Pero Alfonsina no albergará rencor:
"No tienes tú la culpa si en tus manos / mi amor se deshojó como una rosa / vendrá la primavera y habrá flores / el tronco seco dará nuevas hojas".
"¿Cómo has podido, oh, bien, dejar de amarme? / Caí en tus brazos como cisne herido / la tarde aquella... di, ¿cómo has podido / dejar de amarme?".
Pero en aquellos años ser madre soltera era una vergüenza que llevaba a la exclusión social y laboral, y Alfonsina tuvo que cambiar de aires migrando a Buenos Aires. De su biografía se desprende que hubo de mantener a su hijo, Alejandro, pero que no pudo vivir con él, y que cuando éste creció le llamó hermano. Es fácil imaginar la dureza de la vida de Alfonsina en la gran urbe, trabajando de mecanógrafa, de cajera y, cuando podía, de maestra. Que "con sus ojos azul profundo y su cabello rubio, vivía en pensión, con zapatos pelados y tacones torcidos". Poco a poco se fue asentando como maestra en puestos de interés y se creó un círculo de buenos amigos que le facilitaron la publicación de sus poemas en revistas, y los poemarios "La inquietud del rosal", "Irremediablemente" y "Languidez". Hasta aquí siguió ilusionada y escribiendo poemas llenos de nostalgia, de ternura, de amor y de entrega hacia el hombre:
"Cuando tu casa en silencio / me encuentra despierta la aurora / cuidando en silencio tus plantas / podando tus rosas".
"Esta noche al oído me has dicho dos palabras / comunes dos palabras cansadas de ser dichas / palabras que de viejas son nuevas".
"En tus brazos, amado, quiero soñar en ellos / mientras tus manos blancas suavizan mis cabellos, / mientras mis labios besan, / mientras mis ojos lloran".
"Mírame aquí a tu lado, tendida dulcemente / soy un lirio caído al pie de una montaña / mírame aquí a tu lado... esa luz que me baña me viene de tus ojos como de un sol naciente".
Alfonsina tiene 28 años cuando su sentimiento de desengaño y soledad se refleja en sus versos, ya desde "Languidez" y "Ocre"; al hombre y a los hombres los va viendo de otra manera y, gradualmente, surge el reproche:
"Se me va de los dedos la caricia sin causa / se me va de los dedos en el viento al pasar / la caricia perdida, ¿quién la recogerá?".
"Hombre, yo quiero que mi mal comprendas, / hombre, yo quiero que me des dulzura, hombre, yo marcho por tus mismas sendas, / hijo de madre, entiende mi locura".
Subtítulo: Repaso a la obra y la vida de Alfonsina Storni
Destacado: Al atardecer del día 25 de octubre de 1938 sale hacia la playa La Perla, como si fuera para su paseo habitual; allí se entrega al mar, su fiel amor de siempre, muriendo en los brazos del amante que descubrió su mal
"...Y cuando ya cansadas de esperar, les pedimos / el corazón a cambio del propio que les dimos / se lleva la que pasa lo que hemos adornado".
"Unos besan las sienes, otros besan las manos / otros besan los ojos, otros besan la boca / pero de aquél a éste la diferencia es poca".
"Por un miserable muero de ternura / amo un armazón / bello, de elegante, fina contextura / privado del zumo que da el corazón".
"Hombre pequeñito, hombre pequeñito, / suelta a tu canario que quiere volar, / yo soy el canario, hombre pequeñito, / déjame saltar".
La dureza de la vida de Alfonsina se atempera por sus buenos puestos como docente en escuelas y en teatro para niños, por sus escritos para diarios y revistas, sus conferencias, sus recitales, sus premios literarios, por sus buenas amigas, por su amistad con Horacio Quiroga, por la publicación de su obra en España, sus viajes a Europa y España y, sobre todo, por sus estancias y conferencias en Montevideo, donde es muy querida y donde puede hablar sobre su predecesora en poesía amorosa, Delmira Agustini, y trabar amistad con su coetánea y sucesora en el género, Juana de Ibarbourou; en Montevideo deja un recuerdo de admiración por su personalidad y por su talento como conferenciante. En Buenos Aires está bien ambientada, y pergeña y publica sus otros cuatro libros de poemas y obras de teatro. Sus poemas tienen ahora un componente social, casi religioso, y traslucen su malquerencia por la gran urbe:
"¿Qué pueden entender de caridades / sutiles, infinitas los que arrojan / el mendrugo de pan como un desprecio?".
"Yo quiero Dios de dioses, que me hagan toda nueva / que me tejan con lirios, me sometan a poda. / ¡Señor, mi queja es ésta! Tú me comprenderás / de amor me estoy muriendo / pero no puedo amar".
"El vientre que se da sin reticencia / pone un soplo de Dios en su pecado".
"Yo misma he vertido ayer una lágrima, ¡Dios mío, cuadrada!".
"En la ciudad, erizada de dos millones de hombres / no tengo un ser amado".
El verano de 1935 lo pasa en Montevideo, lugar habitual de huida y refugio. En la playa, un golpe de mar la embiste y le causa un dolor muy agudo en el pecho; es un tumor de buen tamaño. Se opera; hay ramificaciones y un ganglio; feas cicatrices, dolor, miedo y desesperanza. Dos años después, Horacio Quiroga, con un cáncer urinario, se suicida con cianuro y, poco después, su hija Eglé. "Ahora tendré valor", dice Alfonsina a una amiga.
Aun así, vuelve a Montevideo para la presentación de su último poemario, "Mascarilla y trébol", que titula "Entre un par de maletas a medio cerrar y las manecillas del reloj" (es decir, me voy, pero no sé cuándo); en el acto están presentes Gabriela Mistral y Juana de América, compañeras y amigas.
El 18 de octubre de 1938 van a Mar de Plata Alejandro y Alfonsina. El 22 envía al diario "La Nación", de Buenos Aires, el poema "Voy a dormir": "...Tenme prestas las sábanas terrosas / y el edredón de musgos encardados...". El día 24, vencida por el insoportable dolor del brazo, a pesar de los muchos calmantes, "quema su último anhelo" y al atardecer del día siguiente sale hacia la playa La Perla, como si fuera para su paseo habitual; allí se entrega al mar, su fiel amor de siempre, muriendo en los brazos del amante que descubrió su mal.
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