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Adiós, Eduardo Valdés

2 de Noviembre del 2015 - Arturo Arbesú García

Tus cualidades artísticas, el dibujo, la pintura, el talento creativo y una aguda intuición emprendedora te condujeron a formar una gran empresa fabricante de calcomanías que exportabas a países de medio mundo, Ibercalco. Tu hijo Nacho destaca en las facetas artísticas y deportivas.

Aparte de la afición al dibujo, llevabas la raqueta contigo a donde quiera que fueras, era el tenis deporte que te relajaba cuando acababas las responsabilidades prioritarias, llegando a alcanzar un óptimo nivel.

De tal modo que en tu casa de recreo en Luanco hiciste construir una pista, adonde solíamos ir a jugar la claque que subíamos a La Tazana.

Allí empezó a gestarse el torneo de tenis playa. La organización te concedió, merecidamente, la insignia de plata por tu apoyo y cooperación.

Artista, empresario, deportista y divertido

Más tarde, sobre 1983, cambiaste de tercio y fue el golf el deporte que iba calando en tu vida, y en La Barganiza cubrías tus horas de ocio, demostrando tus habilidades y ganando infinidad de torneos, al tiempo que dabas lecciones a los compañeros. "¡Pero, trasto", le decías a algún compañero, "¿por qué razón para meter la bola en el hoyo miras para la bola?, ¿no la quieres meter en el hoyo? Pues mira para el hoyo. No mires para la bola". Y el ejemplo, a renglón seguido: "Si quieres tirar una piedra a un páxaru, ¿adónde miras, al páxaru o a la piedra?". Todo lo hacía fácil y, además de la chanza sana, era buen maestro; fue directivo del club, miembro del Comité de Competición y de la Federación Regional de Golf.

Toda la familia se congregaba en La Barganiza. Su encantadora y alegre, hoy afligida, esposa, Isabel; hijas, hijos, yernos, nietas, que algunas también juegan, mientras las nietas se divertían en la Casina. La Barganiza dispone de una de las mejores instalaciones del país. En sus salones se juegan partidas de los diversos juegos de mesa.

Eduardo era reclamado por las mujeres, más inclinadas al parchís, que era el juego que a él más le entretenía. Siempre las ganaba. Un día les descubrió dónde estaba su habilidad; llevaba en el bolsillo dados con sólo seises o cincos y echaba mano de ellos cuando el juego se complicaba.

Era una gran persona, querido y muy divertido. Cuentan de hace años que se reunieron varios amigos a comer y les dijo: "Os invito yo. Camarero, la factura". Se la trajo y al ver la suma, con su clásica flema, le dice: "Se ha equivocado, me trajo la del traspaso".

El club te tributó un cálido homenaje, siendo merecidamente nombrado socio ejemplar, torneo incluido, cuyos trofeos donó una de las empresas de Moisés Álvarez del Valle. Se expuso la colección de caricaturas de diferentes socios, obra magna, que disfrutan cada uno de ellos. Fue autor de diversos emblemas: de la Federación, del torneo "Manzana de Oro", como también de las codiciadas bandejas que se concedían en los torneos de profesionales.

Eduardo, tu trayectoria, tus silenciosos sufrimientos, tus habilidades, talento y cualidades te acreditan como "un hombre ejemplar".

Estarás siempre en nuestra memoria. Ahora, descansa en paz.

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