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Los unos, los otros y el desengaño

5 de Noviembre del 2015 - José Luis Peira (Oviedo)

Con la reciente composición de las administraciones en las que han entrado nuevas formaciones se han constatado, en diversos puntos cardinales, lo que parecen ser salidas de tono y alardes inequívocos de sus adscripciones ideológicas además de decisiones viscerales basadas en ellas sin tener en consideración su responsabilidad institucional que recuerdo que no es sólo no meter la mano en la caja, sino alguna otra cosa más.

Muchas de esas salidas de tiesto llegan por boca de cantamañanas con una formación manifiestamente mejorable y la derecha ha estado rauda en señalarlo. Me refiero a la derecha en general, desde el político profesional de la casta hasta el ciudadano de barra de bar, con o sin palillo en la boca. No me parece mal que se subrayen y afeen esos comportamientos porque conviene que algunos no olviden que la representación de los ciudadanos no ha de hacerse con banderías, y que la ideología de quienes administran debe sustanciarse en normas, no en regüeldos, de manera que los administradores de lo nuestro no se vean como soplagaitas aficionados y a lo que veo la derecha ha identificado bien el asunto, lo que me viene al pelo para señalar cómo nos hemos sentido algunos toda la vida, cuando los alardes ideológicos o espirituales de los gobernantes se mostraron sin más, como algo normal cuando no lo es.

Es penoso ver hoy a un dirigente más o menos electo diciendo que quiere hacer laborable el 12 de octubre porque los conquistadores de América eran unos genocidas con viruela, ya ven. O que conviertan las dependencias consistoriales en una suerte de casa del pueblo reivindicador y tal vez les nieguen lo mismo a los chicos y las chicas del coro o cora, que cantar así es cosa de fachas, o fachos. Pero a algunos no se nos despinta que los representantes que hasta ahora hubo en esta España nuestra nunca perdieron ocasión de lucir crucifijos y toquillas, sostener la religión en la escuela, mostrarse en actos oficiales junto a obispos o ponerle trabas a los derechos de los homosexuales que son unos maricones. Como ejemplo reciente se me ocurre acudir a toda una señora ministra de empleo, o como se diga, encomendándose a fuerzas sobrenaturales para enfrentar el paro, así, con un par. En esa línea hay que recordar que los mismos que ponen todo su empeño en que la religión continúe enquistada en las aulas se opusieron con vehemencia a la fallida asignatura de educación para la ciudadanía porque en los libros ponía pene o ácrata, a ver si los críos se nos hacen unos viciosos y además rojos de izquierdas. Seamos consecuentes, es cierto que algunos están utilizando las distintas administraciones puestas a su cuidado como si se tratara de juguetes propios que les han traído los reyes, reyes republicanos, por supuesto. Pero no es menos cierto que de toda la vida otros hicieron lo mismo sin que nadie se lo afeara. A quienes hoy se molestan por ciertos comportamientos, bravo, pero reflexionen y a nada que lo hagan con cierta honestidad comprobarán que esos pecados siempre fueron práctica habitual. A lo que se ve es muy español eso de que lo que vale es lo que yo pienso y los demás están fuera.

Lo preocupante, es que detrás de esas muestras ideológicas, místicas, revolucionarias o sobrenaturales suele haber poca cosa, los que hasta ahora estuvieron volvían raudos de la procesión o la misa de doce al despacho oficial en donde proliferaban chanchullos, manejos, coimas, componendas y en general negocios particulares. Los nuevos, mientras trincan o no, ya veremos, parecen apuntar de momento a la reescritura de la historia, con espray claro, o a hablar con la identidad para enmudecer el entendimiento. Un papelón, vaya.

Yo ya vivo en el desengaño. Como despedida dejo una cita de un tal José Ingenieros, recomiendo encarecidamente la lectura de su obra, es esta cita a mi modo de entender una bofetada a ambas partes, vean: Para concebir la perfección es necesario cierto nivel ético y es indispensable alguna educación intelectual. Sin ellos pueden tenerse fanatismos y supersticiones, ideales jamás

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