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Con llobos no hay paraíso

6 de Noviembre del 2015 - Manuel Díaz Menéndez (Forcinas (Pravia))

Hace unos meses contemplaba en la TV regional cómo un grupo de ganaderos del oriente de Asturias intentaba llamar la atención de los dirigentes políticos de nuestra región, esos que sólo suelen estar cuando hay que pedir el voto o facer la foto de rigor. Enfundados en unas camisetas negras, tan negras como el futuro del campo asturiano, se podía leer "Con llobos no hay paraíso"; los hombres y mujeres de los picos de Europa, en este caso que nos ocupa, ya están demasiado acostumbrados a ver cómo este animal salvaje, el llobu, diezme sus rebaños sin que las autoridades con competencia en el asunto (Consejería de Medio Rural, ayuntamientos y sociedades de cazadores) se pasen la pelota unos a otros, intentando eludir responsabilidades ante los continuos ataques a ovejas y cabras, principalmente, que los cánidos vienen ocasionando en los últimos tiempos en toda Asturias.

Uno no está pidiendo la desaparición del lobo, Dios nos libre de hacerlo, si está ahí será porque su papel jugará en esa complicada, y muchas veces injusta, cadena de la vida y de la supervivencia en la naturaleza que tan magníficamente nos explicaba Félix Rodríguez de la Fuente.

Ahora bien, dicho esto, habría que preguntarse a quién le corresponde, en el caso del lobo, mantener esa supervivencia: ¿al pobre ganadero, que bastante ya tiene con su duro y sacrificado trabajo en un medio tan hostil y de tan baja rentabilidad?, ¿o a los poderes públicos, que son los encargados de velar por la conservación y protección del medio ambiente? A nosotros se nos antoja que la respuesta está muy clara: deben ser las administraciones públicas, en este caso la Consejería de Agricultura y Ganadería del Principado, quien debe responsabilizarse, en toda su magnitud, de los daños que la fauna salvaje provoque a los agricultores y ganaderos asturianos.

La señora consejera, la praviana María Jesús Álvarez, con raíces en el medio rural, hasta ahora sólo ha dado buenas palabras a los damnificados por la muerte de ovejas y cabras. Queremos pensar que sus palabras, como otras muchas veces ha pasado, no se queden sólo en eso, en buenas intenciones, y que cumpla su palabra, indemnizando con justicia a estos ganaderos.

Los hombres y mujeres del campo asturiano demasiados problemas tienen ya como para tener que soportar otro más. No es muy coherente, señora consejera, que en sus continuas apariciones públicas, inaugurando certámenes queseros por toda Asturias, se le llene a usted la boca, lanzando a los ganaderos mensajes motivadores para continuar elaborando esos preciados quesos, y por otra parte, cuando esos mismos ganaderos llaman desesperadamente a la puerta del despacho de su Consejería, para exigirle, en un desesperado SOS, que ponga en marcha un plan para el control del lobo que evite la extinción de la ganadería de alta montaña, la única respuesta que obtienen es la de siempre: "Se está trabajando en ello".

Es cierto que la situación de la señora consejera de Medio Rural no es nada cómoda, pues por otra parte también tiene que lidiar con los grupos ecologistas, los cuales critican cualquier tipo de endurecimiento de la ley de protección del lobo, lo cual según ellos podría perjudicar seriamente la imagen idílica de Paraíso Natural que Asturias tiene para un importante número de visitantes a nuestra región.

¿Asturias sin llobos no sería un paraíso?; probablemente lo sería menos, ahora bien, también cabe preguntarse: ¿Nuestra región, en su conjunto, habría logrado conseguir el patrimonio ecológico natural de altísimo valor que hoy tiene si detrás no hubiese estado siempre la mano del hombre?

Lograr un equilibrio y una compatibilidad entre la fauna salvaje y la ganadería no es tarea fácil, pero el campesino asturiano nos ha demostrado a lo largo de los siglos que es posible conseguirlo, siempre que desde los poderes públicos no se pretenda que esa balanza se incline siempre hacia el lado de lo salvaje. Toda nuestra numerosa y variada fauna ha conseguido sobrevivir hasta nuestros días gracias a la presencia del hombre en el medio rural, si no somos capaces de mantener ese equilibrio podríamos estar en vísperas de encontrarnos el día menos pensado una piara de jabalíes fozando por el Campo San Francisco de Oviedo o una manada de llobos merodeando por las laderas del monte Naranco.

Manuel Díaz Menéndez.

Forcinas-Pravia.

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