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La compasión de Pepe y el terror del "gran hermano"

8 de Noviembre del 2015 - Vicente Fernández Méndez (Oviedo)

Me parece que Pepe Monteserín (“La mar de Oviedo” 3-XI-2015) y yo, partiendo de las mismas premisas, llegamos a conclusiones distintas. ¿Que se están tratando como corrupción asuntos que no tienen el calibre necesario para merecer ese nombre? ¿Que los líderes de los partidos se echan hipócritamente las manos a la cabeza y buscan cabezas de turco? No me cabe duda de todo ello.

Si, basándome en el sentido común y en la experiencia de llevar 51 años viviendo en Oviedo, tuviese que apostar, apostaría a que Caunedo no es mala persona y a que sólo hilando demasiado fino y con intereses políticos se le puede intentar clasificar como un delincuente.

Pero (y aquí es donde se separan los caminos de Monteserín y de una parte de los votantes que, por fortuna, crece cada día) ese es justamente el problema: Caunedo no es un delincuente; es una persona normal.

Y yo me pregunto, normal..., ¿en qué clase de sociedad?

Y esa pregunta, Sr. Monteserín, no la hace ningún "gran hermano", ninguna “policía del pensamiento”.

Creo que cada vez somos más los españoles a los que nos preocupa tanto “de dónde salió el dinero” como “qué fue lo que se hizo con él”.

A lo mejor para usted una sociedad en la que los momentos más relajados y amistosos tienden a inmortalizarse en fotos de rostros congestionados sobre fondo de sidrería, es una visión beatífica; el paraíso ya logrado en esta vida a golpe de percebe, langosta y ponme otra botellina que me estabiliza el pulso en el volante y me agudiza la visión a larga distancia, que ya no me hacen falta ni las gafas para coger la carretera.

A mí esa sociedad me parece un infierno, y eso no porque yo sienta una necesidad “policial” de controlar o restringir la diversión de nadie, sino muy al contrario, por las pocas opciones que esa clase de sociedad nos deja a los ciudadanos.

Para alguien que pasa su tiempo libre en casa, con un libro, y que cuando necesita ir a algún sitio coge el tren o el autobús (suponiendo que esa persona pueda sobrevivir en España) es muy difícil ser corrupto, ni en el nivel de corrupción de los auténticos criminales que merecen ir a la cárcel, ni en el de los Caunedos, que, estoy de acuerdo con usted, pueden ser perdonados sin que el país se nos desmorone más de lo que ya está. Lo imperdonable, me parece a mí, es seguir votándoles.

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