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Homenaje al doctor Pozo

6 de Noviembre del 2015 - María José Villanueva (Josina) (Oviedo)

Indudablemente la vida es muy bonita y a menudo te sorprende con sus idas y venidas.

Conocí al Dr. Pozo un día de invierno del año 2007, cuando el Dr. Fernando Gallego, de aquella gerente del Hospital Álvarez Buylla, me llamó por teléfono comentándome que su amigo y colega Tino Pozo, cirujano en el citado hospital, había sufrido un infarto de miocardio mientras operaba en el Sahara a docenas de pacientes, tarea a la que dedicaba sus vacaciones, acompañado de un anestesista y de su hijo Sergio, también médico, utilizando material de cirugía laparoscópica que conseguía para hacer allí la cirugía de idéntica calidad a la que realizaba en Asturias, logrando ayudar a muchos saharauis que de otro modo sufrían complicaciones que les costaban la vida.

Y en una UVI Móvil del SAMU, servicio en el que trabajo, nos plantamos en el aeropuerto de Ranón, adonde llegó el Dr. Pozo en un avión tras un viaje largo y complicado y con una aspirina como único tratamiento. Estaba agotado y literalmente cubierto de arena a causa de una tormenta que les pilló en el desierto, y tras completar el tratamiento y trasladarlo al hospital me quedé con la imagen de una persona extraordinaria. Dicen que en los momentos difíciles es cuando se ve la esencia de las personas. Pues el doctor Pozo mostró en aquel momento su esencia. Hombre tremendamente correcto y educado, tranquilo, agradecido y preocupado por haber tenido que dejar algunos pacientes sin operar en el Sahara.

Al día siguiente, al comentarle a mi madre, que es enfermera, este episodio, recuerdo que me dijo: “¿Que atendiste al doctor Pozo? Hija, es un cirujano extraordinario, que inició la cirugía laparoscópica en Asturias hace un montón de años. De hecho una de las primeras pacientes a las que se le extirpó la vesícula por este método pionero fue tu tía Tere, en el Centro Médico, y todo salió de cine y a través de dos o tres incisiones mínimas. Parecía ciencia ficción”. Y yo pensé: ¡qué cosas tiene la vida! ¡Opera a tía Tere con una técnica novedosa y yo voy a atenderlo tras sufrir un infarto en medio del desierto..., en fin!

Y la cosa no queda ahí. Yo sigo trabajando en el SAMU y tengo la suerte de ser la responsable del servicio durante cinco años. Al volver a mi puesto asistencial en la UVI Móvil, tras finalizar un máster de gestión, me llama de nuevo el Dr. Gallego, pero esta vez para ofrecerme ser directora médica del Hospital Álvarez Buylla. Y allá voy. Rodeada de un gran equipo descubro un hospital sencillamente extraordinario. Un hospital donde se practica medicina de la buena, con grandes profesionales dedicados a sus pacientes que demuestran su vocación día tras día, y entre ellos estaba el Dr. Pozo, jefe de cirugía. Y comencé a acostumbrarme a que de éste y otros hospitales de Asturias y de otras comunidades llamaran para decirme: “Quiero que me opere el Dr. Pozo”, sobre todo cuando se trataba de procesos tumorales complejos.

Trabajé con él codo con codo. Que si las listas de espera quirúrgicas, que si las consultas, que si las estancias medias de los pacientes, que si las necesidades de material y de personas de su servicio, que si la durísima implantación del sistema informático..., casi nada. Y hubo cosas más sencillas y otras más complicadas, y en la mayoría de los casos estábamos de acuerdo y en otros no. Pero siempre, siempre, me demostró que para él lo más importante eran los pacientes y después los profesionales de su servicio y el sistema sanitario para el que trabajaba. Tuve la oportunidad de conocerle bien, de pasar del Dr. Pozo a Tino Pozo. Todo un caballero, un hombre entrañable y de grandes principios. Cuando a veces me preguntan cómo gustándome tanto mi trabajo clínico me dio por dedicarme unos años a la gestión siempre contesto lo mismo. Porque también se puede ayudar a muchos pacientes si desde los despachos se hacen las cosas bien, y porque la gestión te permite conocer a muchas personas que enriquecen tu vida. Lo digo de corazón. El trabajo con otros hospitales desde el SAMU y especialmente en el Álvarez Buylla me han regalado tantos profesionales que han enriquecido mi vida personal que sería imposible nombrarlos a todos, entre ellos Tino Pozo.

Y vuelvo a la UVI Móvil dejando con mucha pena el Hospital de Mieres. Y recientemente, tras un año plagado de enfermedades en la familia, le diagnostican a mi padre un cáncer de colon. Y cojo el teléfono y pido ayuda al Dr. Pozo y la respuesta es la de siempre. Tranquila, yo me hago cargo. Todo saldrá bien. Y así fue. Una intervención sumamente compleja que hizo que pareciera sencilla. Y una guinda en el pastel de mis recuerdos: papá es un cardiópata y sufrió una complicación cardiaca que hizo que lo trasladaran a la UCI Cardiaca del HUCA donde lo estabilizó y trató maravillosamente bien la Dra. M.ª Antonia Alonso y guardo en la retina, pero sobre todo en el fondo del corazón, una imagen: la Dra. Alonso vestida con su bata blanca de hospital y Tino Pozo con su traje impecable y su corbata, a la cabecera de mi padre en un box de la UCI compartiendo información clínica sobre su estado y los mejores cuidados para él. ¡Menudo regalo!

Y el pasado 23 de octubre, al finalizar su etapa como cirujano de la sanidad pública asturiana, nos reunimos con él un grupo de compañeros a modo de despedida. Y me harté de llorar al oír su discurso. Sé que soy una sentimental y eso no se lleva, aunque San Ignacio de Loyola hablara del “don de lágrimas”, y éstas brotaron ante una mezcla de emociones: agradecimiento, admiración, pena...

Gracias, Dr. Pozo, por tanto trabajo bien hecho y por tanta dedicación a los pacientes, a los asturianos y a los más desfavorecidos en otros países. Por honrar esta preciosa profesión aunque sé que tu currículum no cabría en estas líneas y me he quedado sólo con lo que ha pasado cerca de mí. Sabes que somos muchos los que te admiramos desde distintos ámbitos en los que te hemos conocido. Y la pena es inevitable al no poder contar con tu buen hacer en la sanidad pública que tanto necesita profesionales como tú.

Estas líneas escritas de un tirón son mi humilde homenaje a un MÉDICO con mayúsculas que, sin duda, me ha hecho mejor profesional, mejor persona y más feliz..., ¡que ya es decir! Gracias.

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