«Padre nuestro...»
La energía, enfriada parte en materia, es la que es desde el principio de los tiempos. Inimaginable que hubiese cabido en la cabeza de un alfiler. Sin embargo tenemos fe, ya que sentimos sus efectos y sabemos que la energía de la que disponemos es siempre ella misma. Existe algo en todo esto de excesivo para nuestra mente. Así que, cuando comenzamos ese diálogo prodigio de sabiduría que es la oración del «Padre nuestro», para cualquiera que lo piense, lo que se hace es invocar aquello que Martín Buber denominaba la palabra primordial Yo-Tú, con un Yo muy distinto del que se emplea en la otra palabra primordial Yo-Ello o Ella o Él, que es con la que enfocamos el mundo. Pues el Yo-Tú se pronuncia con el Ser entero y la otra no, en ella el Yo es distinto. Esto es algo que se debe intuir o experimentar por uno mismo. Digamos que Buber lo que en realidad propone es un Tú eterno que, por su naturaleza, no puede volverse Ello, un Tú al que es posible llegar a través de cada Tú particular: alma particular en busca de alma total. Algo similar proponía Sri Aurobindo en su yoga integral al reflexionar: «si tu cuerpo es tuyo, ¿quién es el Yo que posee tu cuerpo?». Pues, como decía Plotino: «se ven todas las cosas, no en el proceso del devenir, sino en el Ser, y nos vemos a nosotros mismos, en el otro». La persona que desee conocer que es Tú, debe dialogar hacia fuera y hacia dentro desde todo Yo que mira y es mirado. ¿Cómo el educando comprenderá el Ello, si no intuye el Tú y apenas es consciente del Yo? Únicamente será manejable.
Cuando uno juega con los límites del cero y del infinito, topa con las indeterminaciones matemáticas. Unas indeterminaciones a través de las cuales es fácil llegar a despropósitos. Pues de lo que es indeterminado todo se puede sacar, lo mismo ocurre con cualquier argumentación falaz o necia que, creyéndose rigurosa, en realidad solo es un tránsito por las indeterminaciones, como el 0/0 = 0 x 1/0 = 0 x infinito = 1/infinito x infinito = infinito/infinito. No podemos abarcar lo que ocurre en esos límites de la nada y del todo; sin embargo, podemos usarlos como usamos las matemáticas o la energía. Será muy frecuente que no abarquemos ni comprendamos bien estos límites, pues, cuanto más pensemos en ellos, más misteriosos los encontraremos. Sin embargo, a nadie por ello se le ocurre decir que las matemáticas deben ser algo del ámbito privado y quedar fuera de la escuela; como tampoco la poesía o la música deben ser privadas de la escuela. Debemos enseñar la libertad de establecer el diálogo Yo-Tú; a conmover las almas con el concierto nº 21 de Mozart; a comprender el Zephyrum, pues de él se intuye el Todo que abarca: eso es lo que nos dice el poema de J. M. Caballero Bonald:
«Cero inflexible que regula el sobrante numérico de nada: pretexto fronterizo de la ausencia: su silencio remite a otra pauta más neutra de silencio: magnitud que comienza donde acaba: esa contravención del infinito que oculta una contraria geometría: el vacío es simétrico: su nulidad se nutre de su propia carencia: cifra non nata y número perpetuo: mi negación y mi palabra».
Hemos sido engendrados desde la nada de la insignificancia que se convirtió en cabeza de alfiler y..., si hemos sido engendrados, podemos dialogar con nuestro padre que está más allá de las fuentes de materia blanca que todo lo emite y de los sumideros de materia oscura que todo lo absorben: en los cielos.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

