El hijo de Europa tiene cuernos
En su huida de la guerra y el ruido de los tambores, el pueblo Sirio cruzaba líneas imaginarias que otros bautizaron como frontera. Batían el polvo bajo sus pies en busca del nuevo Canaán pero repetían sin saberlo el mito de Moisés. Los dioses que habitaban el asilo hablaban en lengua de abogado y dejaron a los caminantes, exhaustos y sin vida, a las puertas de la ciudad. Respetando el derecho del río a llevarse sus cuerpos hacia otro paraíso.
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