Un tesoro árabe

13 de Noviembre del 2015 - Ricardo Luis Arias (Aller)

Seguimos en Riosa, esta vez para recordar una vieja historia que se hizo famosa y hasta creída en otros tiempos, como lo fue la de un tesoro ocultado por los árabes en la cueva de Gancios, relativamente cerca de las minas prehistóricas de Texeo. Por cierto, que los restos humanos que uno encontró allí, con Castañera, fue en 1943 y no en 1993, como se dijo en nuestro anterior artículo sobre Riosa. El tesoro en cuestión estaba guardado en un arcón que custodiaba un enorme gigante armado y dentro de él una gran serpiente esperaba al intruso si lograba birlar al gigantón. Cuando esta fantástica historia publicamos en julio de 1944, un riosán apellidado Muñiz me propuso costear él la operación del rescate del tesoro, a repartir al 50 por ciento la riqueza del moro. Muñiz ponía las perras, y uno se jugaba el bigote en la operación. Naturalmente, rechacé la propuesta, porque no quería ser víctima de tan feroces guardianes...

Esta historia nos la contó un paisano de Riosa llamado Carlos el de la Cuba, y creo que era de La Juncar, el cual, con otros paisanos, vaqueriaba en el mayáu de Espines, muy próximo a la calzada romana del Vichuriz. Y casi bajo ella está la cueva de Gancios, que tiene una entrada de madriguera, luego va ensanchando hasta llegar al borde de una sima de una incalculable profundidad. Como los medios de espeleología eran precarios entonces, prácticamente no existían o no teníamos aquí, en esa cueva nos la jugamos en dos ocasiones en aquella tenebrosa y profunda verticalidad que parece no tener fin y cuyo fondo creo que nadie ha logrado pisar. La última vez, a la salida de la cueva, nos esperaban Carlos y los demás vaqueros, un tanto preocupados ya por nuestra tardanza en aparecer.

Carlos, con su habitual socarronería, nos dice a mi amigo Salvador Paz y a mí: "Ya creí, rapazos, que el xigantón y la culebrona, que guarden el tesoru, que vos habíen dexao fechos una farrapa". Una carcajada. Nosotros seguimos la broma: "Verá, logramos esquivar a los dos y pudimos ver el arcón, que es tan grande como la cabana suya, Carlos". La carcajada es ahora general, preámbulo de una tertulia alegre y divertida con aquellos grandes paisanos de Riosa que, en el mayáu de Espines, vaqueriaban entonces todo el verano. Y en La Mesta, que es cordal que divide los concejos de Lena y Riosa, los mozos y mozas de las aldeas limítrofes, como Muñón Cimero, Los Fueyos, Rioseco y Llano, solían entonces reunirse allí los domingos y organizaban un baile con un acordeón. Ejemplar convivencia aquélla, de riosanos y lenenses, demostración de cómo son las gentes, ellos y ellas, que enriquecen el medio rural asturiano.

La calzada romana del Vichuriz y la fantástica historia o leyenda del tesoro árabe de la cueva de Gancios, tan próximas, son otros atractivos que tiene Riosa, además de las minas prehistóricas de Texeo. Bien merece ser conocido todo ello. Hombre, bajar a la cueva de Gancios, no, porque el gigante y la serpiente les pueden meter el diente...

Ricardo Luis Arias

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