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Luis Ricardo Alonso, siempre sin rencor

15 de Noviembre del 2015 - Alberto Carlos Polledo Arias

“Uno no escoge las memorias sino que las memorias lo escogen a uno y golpean la puerta hasta que les abrimos. Un día son tristes y otro vienen alegres como para que les perdonemos el día anterior. No sabemos en realidad qué son. Y son más que nosotros”. Razones suficientes tenía Luis Ricardo Alonso, para escribir estos renglones al comienzo del capítulo séptimo de su novela “La estrella que cayó una noche en el mar”. Obra por la que recibió, en 1994, el Premio Asturias de Novela. Efectivamente, que golpean la puerta hasta que abrimos una rendija por la que penetran de golpe, sin vacilar. Y lo malo es que la noticia que acabamos de recibir, y que, irremisiblemente, está ligada con el recuerdo, es la peor de todas las que podían hacer chirriar los goznes.

Las raíces de Ricardo germinaron a caballo entre Asturias y Cuba. En su casa familiar de Parres vino al mundo, y en La Habana, a partir de un año, se crio. Los que bien le conocíamos dudábamos a la hora de decir cuál de las dos había arraigado con más sentimiento. Escritor, por encima de todo, además de periodista, abogado, militante de la resistencia contra el régimen de Batista, embajador del gobierno revolucionario en Perú, Noruega y Suecia. Siendo embajador en Londres renunció al cargo, tras demandar públicamente el restablecimiento de los derechos humanos en la preciosa isla caribeña.

Subtítulo: Escritor por encima de todo a ambos lados del mar

Destacado: Era un placer verle entrar por la librería, con aquella personalidad que rebosaba alegría, buen humor, cariño y sabiduría

Cierro los ojos y le veo llegar un día cualquiera de primeros de abril, recién llegado de Lancaster, lugar en el que, como catedrático de Literatura Española, había ejercido en el Franklin & Marshall College. Era un placer verle entrar por la librería, con aquella personalidad que rebosaba alegría, buen humor, cariño y sabiduría. Las horas a su lado pasaban demasiado aprisa. Aquellas largas conversaciones mientras, sin rumbo, caminábamos lentamente por los rincones de Oviedo. De cuántas historias del Che, Fidel Castro y la Revolución Cubana me hizo partícipe. Hablando siempre sin rencor, aunque crítico con el sistema y firme con sus propias ideas; las mismas que le habían impedido el retorno a la isla y la enemistad del dictador. Largas conversaciones, mientras saboreábamos un café, o las deliciosas sobremesas tras un buen menú en La Mar del Medio.

Más de seis meses al año se los pasaba en Oviedo. Bueno, también en Parres, lugar en el que había nacido y al que viajaba bastantes fines de semana. Es curioso, jamás abandonó el acento cubano, sin embargo intercalaba numerosas frases y palabras en asturiano, siempre aplicadas en el momento oportuno. Luis Ricardo era un personaje de voz potente que, sin pretenderlo, acaparaba el auditorio a la primera. Voraz lector, profesor de Literatura y sobresaliente escritor, fue finalista del premio "Nadal", en 1969, con la novela “El candidato”, ejercía sus críticas literarias siempre con acierto. Creo recordar que las obras que me recomendó leer siempre fueron de calidad. Cómo no, en ocasiones se indignaba con el último best seller, proclamando la penuria intelectual y lingüística de texto, argumento y lectores.

Querido Ricardo, tenías razón. Las memorias un día son tristes y al siguiente, para compensar, se tornan alegres. Bien lo sabes tú. Como el hombre que se lanza a la mar en un bote de balsero. Sí, hoy estamos tristes porque nos has dejado. Para mitigar la pérdida, gozando de tus palabras, he vuelto a leer la novela mencionada más arriba, y también “La segunda muerte de Cristo”, dentro de unos días proseguiré con “El candidato”. Vigor dramático, lirismo contenido, a veces ironía y humor negro; acción e historias que te atrapan desde la primera página son las armas que siempre has esgrimido sabiamente: en la vida real y en la ficción. No piques a la puerta, no es necesario porque para ti siempre estará abierta. Son muchos los amigos que has dejado a este lado del "charco". Como tú querías. Personas libres en una isla de recuerdos a ambos lados del mar.

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