Lo que uno no se atreve a pensar
Uno a veces desconecta de la vida política. Entiende que eso no es más que un juego. Que todo se dirime en estrategias, sensaciones y chanchullos. Así que uno deposita en el mecanismo que mueve el mundo toda su confianza, es un animal político flotando plácidamente sobre la corriente de un río en verano.
Uno se siente desatendido. En ocasiones observa que las cosas no son como deberían ser. Hay cosas que le duelen, que razona que no son justas y que alguien debería hacer algo.
Aquél es muy severo, pero mira por el bien de todos, dice alguien.
De aquél no has oído hablar apenas. Aquél no da discursos políticos. Aquél no es ningún alguien.
Lo que uno no se atreve a pensar es que alguien no debería estar bajo las órdenes de aquel que no discute, impone.
Lo que uno no se atreve a pensar es que hay muchos más unos que aquellos. Que si alguien, o aquél, no solucionan las cosas que nos duelen y no son justas, tendremos que resolverlas nosotros.
Que hay que acabar con este capitalismo de mierda.
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