Esperpento separatista
Este esperpento de separatismo catalán que estamos padeciendo ya está siendo demasiado.
Demasiado no en cuanto a lo que pretenden, son muy libres de querer independizarse, sino en cómo pretenden hacerlo, saltándose las normas.
Demasiado en cuanto a la cobertura mediática, parece que no hay otro tema de interés.
Demasiado en cuanto a la hipocresía de "aquellos barros, estos lodos".
Porque no nos olvidemos de que durante nuestra corta pero densa historia democrática el Gobierno, los distintos gobiernos de la nación han utilizado para su conveniencia el apoyo de los nacionalismos a cambio de, ahora parece que nos estamos enterando de a cambio de qué.
No era posible que tanta corrupción catalano/pujolista no fuera de dominio público a no ser que supuestamente desde el Gobierno español de turno se diesen directrices de que era mejor mirar para otro lado.
Mientras yo miro para otro lado, tú me apoyas con tus votos en el Parlamento para tal o cual cosa.
Así, dejamos crecer a este niño monstruito que se fue endiosando, que se convirtió en un maleducado caprichoso, que cree que con una pataleta puede conseguir todo lo que quiera y que como no le dimos una bofetada a tiempo, incluso le reímos las gracias, ahora lo tenemos que aguantar y es insoportable.
Los derechos de cada pueblo a identificarse con lo que crea y sienta son tan respetables como cualquier otra cosa, siempre y cuando se atenga a las leyes que, todos ellos también, nos hemos dado, porque el juego consiste en eso, en jugar respetando las normas, lo demás es trampa.
Pero el problema es que no sólo es necesario ducharse cada día para ir limpito, también hay que lavar la ropa y, a veces, llevamos la ropa con tantas manchas que olemos mal.
Y todo este problema catalán huele mal... por permitir tantas manchas, que ya ni se sabe de qué color es la ropa que llevamos puesta.
Durante años nos vendieron que la autonomía catalana era de lo mejorcito que teníamos, no los había más trabajadores, ni más correctos, ni más contribuyentes, ni más cerebrales, ni más.
Pero en todas partes cuecen habas y en mi casa, a calderadas, y en Cataluña las habas estaban infestadas de gusanos y no sólo no los quitamos, sino que nos los comimos y dijimos "qué rico".
Ahora toca pegar el puñetazo en la mesa que no se pegó en su día y, reconociendo los errores propios y ajenos, lavar la ropa con lejía pura, aunque nos levante ampollas en las manos: más vale tenerlas ajadas pero limpias que sucias y atadas.
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