La casería asturiana
El concepto de casería asturiana, tal como era conocida hace 40 o 50 años en nuestra región, ha perdido toda vigencia en nuestros días. Con el éxodo rural experimentado allá por los años sesenta y setenta del siglo pasado hacia los núcleos industriales de la región (Oviedo, Gijón, Avilés), la casería asturiana fue perdiendo peso en el contexto de la economía regional asturiana. La estructura habitual de la tradicional casería se basaba en el autoconsumo. Normalmente, el número de personas que vivían y trabajaban bajo el mismo techo estaba formado por los abuelos, los hijos y los nietos; tres generaciones que encadenaban sus conocimientos y sus experiencias, traspasándoselas de unos a otros. El autoconsumo era fundamental para sostener el núcleo familiar, así los cultivos de maíz, fabes, patates y el tradicional huerto familiar eran piezas clave para garantizar la alimentación, sin olvidarnos, por supuesto, de la crianza del cerdo, las gallinas y los conejos, como fuente importante de proteínas.
El minifundio, tan arraigado en el campo asturiano, propició que las explotaciones ganaderas de aquellos años estuvieran muy limitadas en cuanto al número de cabezas de ganado; lo normal era encontrarse con rebaños de 5 a 15 animales por casería. Al bajo número de reses había que añadir, además, en la mayoría de los casos, la escasa productividad por animal, al no ser razas selectas, sino más bien mestizajes.
Asimismo, la difícil orografía asturiana ha contribuido de forma determinante a no poder configurar explotaciones de estructuras lo suficientemente grandes que las hicieran rentables.
La puntilla a la agonía del sector ganadero asturiano la puso en 1980 nuestra entrada en el llamado Mercado Común Europeo. Las prisas de nuestros políticos de turno por ingresar en el "prestigioso club" hizo que nuestras explotaciones tuviesen que comenzar a competir con las de otros países (principalmente con Francia ), sin contar con las infraestructuras ni las ayudas de la Administración que ellos ya venían disfrutando desde hacía años. Esto hizo que muchas de las pequeñas explotaciones no pudieran resistir esa competencia y optasen por cerrar.
Según los últimos datos, en el año 2014 la renta per cápita agrícola en España cayó un 7,1 por ciento, y es que en la actualidad de la tradicional casería asturiana hemos pasado a las macroexplotaciones ganaderas, aquéllas donde el mínimo de reses establecido para hacerlas rentables debería estar por encima del centenar de cabezas (nos referimos a ganado de producción lechera; para explotaciones de carne la cifra puede estar un poco por debajo de ese mínimo de los cien animales). El nacimiento de estas grandes explotaciones, muy lejanas de lo que era la tradicional casería familiar en Asturias, es el resultado natural producido por el abandono masivo experimentado en el sector agrícola-ganadero en los últimos treinta años por centenares de personas; este despoblamiento trajo como consecuencia el abandono de centenares de hectáreas de terrenos, terrenos que fueron capitalizando aquellos pocos ganaderos que se resistieron a abandonar la actividad ganadera, naciendo así las macroexplotaciones que hoy conocemos.
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