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Santificado sea tu nombre...

16 de Noviembre del 2015 - Carlos Muñiz Cueto (Gijón)

Nombrar a Dios no es visualizar algo concreto y determinado; todo lo más, símbolos como representaciones vanas. Pero su percepción puede ser real.

Hemos visualizado con harta frecuencia su nombre como un símbolo de la naturaleza violenta de este mundo; violenta como ha sido siempre desde el mismo instante del Big Bang. Por eso, para los terroristas equivocados, sigue siendo Dios un símbolo de la venganza que posibilita la dominación del supuesto bien, que ellos creen representar, sobre el mal. Así se ha llegado a nuestros días. Sin embargo, y como ejemplo, el mensaje de Jesús de Nazaret fue un bien distinto, uno que busca paz y cooperación entre todas las personas, porque: «el que quiera ser más, que se ponga a servir a los demás». Desgraciadamente, ese nombre de Dios no se invoca; de suyo, es difícil de invocar, pues parece ser que sólo sentimos y descubrimos como real la forma en que perdura la violenta dominación que se ejerce en su nombre.

La naturaleza de las cosas sigue siendo violenta a su manera; así, los neutrinos están dentro y fuera de nosotros y nos atraviesan. Pero no es la ciencia lo que preocupa, pues: toda ciencia invoca su Ser, y, si se da un paso más, se vislumbra no sólo la ley científica y su falsable enunciado, sino que se establece toda una nueva relación global con todas las leyes de la ciencia: se intuyen conjuntamente tanto la verdad, lo falsable, como la posibilidad del error. Pues: «Toda masa ejerce una atracción sobre cualquier otra masa o luz...» y, desde esa verdad demostrada, se podría intuir como totalmente real la existencia de: «alguna masa que repela a cualquier otra...», si, luego, damos el pequeño paso a más, y establecemos la misma reflexión para toda ley científica: algo puede llegar a conmocionarnos. Algo que, yendo más allá de la materia oscura, se convierte en materia blanca emisora de luz gratificante.

La filosofía persigue construir una geometría de pensamiento, y desde ella no se puede perseguir ninguna geometría de Dios: sería en vano. Pero se puede perseguir una geometría del pensamiento humano sobre Dios. Un Dios promesa de no violencia y perdón; un Dios como fin último de este universo violento de imperdonable competencia y colisión. Esa sería la enseñanza de la religión. Desgraciadamente, son muchos los que ven en la religión sólo una máquina de hacer fanáticos al igual que ocurre y pretenden algunas ideologías políticas; todo con el fin de arrastrar a las masas a la equivocación para su fácil dominación. Terrorífica ha sido la confluencia de las falsas religiones y la dominación política; aún nos victimiza: ha ocurrido en Francia estos días; antes en Kenia, Nigeria, Sudán, y está ocurriendo constantemente en Siria...

No, la religión no pretende violencia alguna, sino vida, paz y cooperación. No fueron pocas las veces que Jesús de Nazaret recriminó y se pronunció contra la dominación de los dirigentes religiosos y contra la violencia que se ejercía desde la administración contra el pueblo. Por eso fue crucificado.

Nunca: violencia, muerte, o dominación; se pueden ejercer en nombre de Dios. Eso sólo es posible por una mala educación religiosa o su carencia.

Muerte, dominación y violencia: ¡Nunca en su nombre! Para ello: educación.

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