Arriba el telón
En plena precampaña, con la disolución de las Cortes, la convocatoria de las elecciones generales nos ha colocado de nuevo en la antesala de la representación en la que el bipartidismo pasará su examen el próximo 20-D, ante el escenario de la tragicomedia que seguiremos desde la tribuna del pueblo, este pueblo que camina algo cansado ya ante el espectáculo que se aproxima.
Volverán los "selfies", los paseos en bicicleta, los forzados apretones de manos y las puestas en escena con actos multitudinarios, con amplio flameado de banderas, mensajes edulcorados y promesas imposibles. Volverán, asimismo, los debates de campaña, las poses desenfadadas, la cercanía a colectivos y/o a barrios olvidados durante años.
Igualmente, volverán los mismos salvadores, con las mismas promesas y sus actores principales, secundarios y figurantes, con todo el atrezzo necesario y con sus voceros y palmeros siguiendo el guión establecido. Unos van a prometer lo que no han cumplido en esta última legislatura, mientras que otros seguirán escribiendo su particular carta a los Magos de Oriente como la jubilación a los 60 años y brindando después con cava o sidra para todos.
Todo quizá sea demasiado previsible, pero mucho más cansino. Se actualizarán los mismos asuntos pendientes y recurrentes de hace 4 u 8 años: la reforma de la Constitución, otra manida reforma de la ley electoral, el papel irrelevante del Senado, etcétera. Todo ello muy reiterativo como para ser fácilmente creído.
Como principio y referencia, tendríamos que recordar lo dicho y hecho por cada uno de los candidatos al comienzo de esta legislatura. Pero...
Cuanto más grandes sean las promesas, más sospechosas resultarán porque nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir. Así escribió
ya en su día Francisco de Quevedo y Villegas.
¡Y qué razón tenía!
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