La venganza no es cosa de héroes
Nos empeñamos en vengarnos de todo lo malo que se nos ha hecho, incluso cuando ni siquiera sabemos quién o qué nos ha provocado ese dolor, pues la cuestión es que alguien lo pague. A lo largo del tiempo, la historia, la literatura, el cine, las obras de teatro, etcétera, nos han repetido una y otra vez que la venganza no sirve absolutamente para nada más que para perder el tiempo. Porque ¿qué ocurre cuando ese plan que hemos ideado durante días, semanas, meses e incluso años (seamos malos de cómic) contra esa persona o causa que nos ha hecho sufrir se cumple? Hasta Batman lo sabe: nos venimos abajo. Nos enseñan cómo lograr el objetivo pero no a afrontarlo cuando lo conseguimos. Queramos lo que queramos, la única cura a ese dolor es perdonar y seguir adelante. No digo que sea fácil, pero si queremos avanzar es un duro camino que recorrer. Por otro lado, se encuentran aquellos que opinan que cuando me refiero a perdonar lo utilizo como sinónimo de olvidar. Ojo, se perdona pero nunca jamás se olvida. Lo que ocurre no se puede deshacer y eso es algo con lo que hay que vivir. Tampoco quiero decir que no deba haber castigos, reconozcámoslo: somos seres hechos a base de errores, lo más blandengue y destructivo que la naturaleza ha construido (vaya logro).
Cada uno elige su manera de perder el tiempo, de vivir bajo sus normas o bajo las de una sociedad, de creer en una religión, en una política o absolutamente en nada. Somos exactamente iguales e individualmente distintos. Por ello no podemos juzgar a cuatro necios por todo un grupo de personas al que parezcan pertenecer, ya que el único clan al que pertenecen aquellos que matan (o contribuyen a ello de cualquier modo) es al de asesinos.
No se erradica la violencia con más violencia y por mucho que me vendan, me niego a creer que la violencia trae la paz. Por un mundo sin violencia: no a la guerra.
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