La guerra santa

19 de Noviembre del 2015 - Faustino Álvarez Pérez-Manso (Oviedo)

Es paradójico (paradójicamente, diría mi muy buen amigo Toño Hevia) que cada vez que ocurre una catástrofe como los atentados terroristas en París, la solución sea la más simple: masacrar al enemigo, en este caso el E.I. (Estado Islámico) o ISIS, o lo que sea.

¿Y así se acaba todo? Se preguntará el inquisidor ciudadano de a pie. Si tenemos en cuenta lo que tenemos en Europa, en EEUU, en Sudamérica (donde van muchos adeptos al yihadismo como paso a su vecino del norte), etc. no parece la solución inmediata que se enarbola de nuestros problemas, pero sí que es como ir al baño cuando la comida te sienta mal: te sientes aliviado pero no te libra la mayoría de las veces del problema de la indigestión.

No es que la utópica solución de arrasar el EI sea o no mala. La cuestión sería, ¿es efectiva?

Bombardear Raqqa, con civiles (sí, probablemente sean familia de los "guerreros", pero estas líneas no están dirigidas a los que piensan como ellos), es una medida desesperada. Y última. Si no soluciona nada, hay que cogerla con papel de fumar. Matar inocentes, niños y ancianos entre ellos, no parece que esté justificado. Sobre todo, si no se soluciona nada.

Así las cosas, parece que la otra solución es cortar el suministro de financiación de los extremistas, el petróleo, los rescates, el tráfico de armas (que, entre otros sitios, pasa por España), la trata de blancas y otras medidas policiales en nuestro territorio que harían mucho más daño que la populista "guerra otra vez santa" que proclama Hollande, desesperado por su baja popularidad en Francia. Por supuesto, controlar las falsas mezquitas, que son las que adoctrinan a los marginados, estrechar la acción policial sobre las células terroristas, etc...

Pero lo básico, lo fundamental, lo que subyace a todo, es destrozar la base del terrorismo: la educación. Debemos aprovechar la época global en todo lo positivo que tiene: la universalización de los valores (derechos) humanos; que se introduzca, empape y sature los cerebros de todo ser humano la esencia de tales valores. Es imposible ganar la guerra que se dice entre el islám y occidente solo con armas. Tiene que haber una resistencia entre los propios terroristas que acabe con ese pensamiento mayoritario y reaccionario, medieval y beligerante que no acepta la evolución de la raza humana, y que reduzca el extremismo a eso: un extremo, marginalidad, que es donde siempre debió debe y deberá estar.

Se tardará, claro que sí. Pero será garantía de que el extremismo islámico dejará de ser una fuente de problemas. Ya surgirán otros

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