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Muero de ensueños

25 de Noviembre del 2015 - José María Izquierdo Ruiz (Oviedo)

"Yo no quiero más vida que tu vida / déjame bajo el cielo de tu alma / en la cálida tierra de tu cuerpo"

Dos siglos después de sor Juana Inés, tomó el relevo de la poesía amorosa femenina en español la joven uruguaya Delmira Agustini; fue también la primera poetisa que, tan sólo 13 años después del poemario "Azul" de Rubén Darío, publicó sus primeros poemas modernistas en la revista "Alborada", cuyo editor nos cuenta que "un día golpeó en la puerta de mi cuarto una niña de 15 años, rubia y azul, ligera, suave y quebradiza; y como un ángel llena de encanto y de inocencia, llegó a mi mesa y, sin timidez ni arrogancia, me entregó un manuscrito diciendo 'son versos. Los primeros. Quisiera que usted me los publicara'":

"Para morir como su ley impone / el mar no quiere diques sino playas"

"Yo sé que en nuestras vidas se produjo / el milagro inefable del reflejo / en el silencio de la noche mi alma / llega a la tuya como a un gran espejo"

"¡Qué valen mil años de la idea / lo que un minuto azul de sentimiento!"

Delmira Agustini había nacido en Montevideo en 1886, con sangre francesa, alemana, española e italiana; introvertida, alta, rubia y de bellísimos ojos azules. Poetisa muy precoz inspirada en Rubén y en sus contemporáneos modernistas, en Verlaine y, sin duda, también en la poesía de Baudelaire, (¿cómo se puede no pensar en él cuando escribe "son mouchoir infini" o "d’un magnifique amant"), pero sobre todo en su propio genio, temperamento, sensualidad, lirismo, melancolía, plenitud de amor, erotismo total, apasionamiento, sinceridad, mundo interior. Y es precisamente en una especie de secuestro de su madre sobre sus relaciones con gente de su edad lo que desveló su estro poético como evasión. Sus poemas amorosos se dirigen a un hombre ideal, imaginario o al único novio y marido idealizado que tuvo en su vida.

Se ha dicho que en la poesía de Delmira el eros es también el medio para la trascendencia; lo físico, una apertura hacia lo metafísico. Pero la naturaleza y sus símbolos, el cisne; las flores: azucenas, lirios, rosas; colores: blanco, rojo y azul; los sentidos: tacto y vista, no son ajenos a ese amor y adoración universal, afines a la espiritualidad y al panteísmo:

"Mi altar es la montaña / mi cúpula los cielos / mi cáliz el de un lirio"

"Hoy río si tú ríes y canto si tú cantas / y tiempo si tu mano toca la cerradura"

"Que me lograste rosas en las flores del alma / que me lograste llamas en el mármol del cuerpo".

"¡Eros!, ¿acaso no sentiste nunca piedad por las estatuas?".

En vida publicó tres libros de poemas, "El libro blanco", a las 20 años; "Canto de la mañana", a los 23, y "Los cálices vacíos", a los 26, en 1913. En ese mismo año se casa con el amor de su vida, que también la amaba apasionadamente, pero que no resultó ser el hombre de su vida. Pocos meses después se divorcian, con "ayuda" de mamá; intento de reconciliación y cálidos encuentros amorosos. La última visita acaba con la vida de una Delmira de 27 años de dos disparos en la cabeza por obra de Enrique Reyes, que a su vez se suicida. ¿Violencia de género o locura de amor?:

"La vida brota como un mar violento / cuando la mano del amor golpea"

"A ti la primera sangre de mi vida / en los vasos de luz de mis auroras"

"Si has muerto ¡amor! / nos velará llorando / nuestro hijo el recuerdo"

Los versos de "Otra estirpe", más allá de su erotismo, desvelan su ansia de maternidad y su esperanza en la venida de otra raza mejor; igual que aquel "loco" filósofo alemán aspiraba a la venida del superhumano:

"¡Eros!, yo quiero guiarte, padre ciego / su cuerpo exceso derramado en oro / sobre mi cuerpo desmayado en rosas... Así tendida soy un surco ardiente / donde puede nutrirse la simiente / de otra estirpe sublimemente loca"

El otro amor, más que platónico, aunque postal, tras su visita a Delmira en su casa, fue Rubén Darío, "para quien quisiera arrancar rosas y astros en mi corazón", "hay lágrimas que son la miel del alma". Delmira guardaba en su cuarto el retrato dedicado de Rubén: "Es toda corazón y alma". Darío, 20 años mayor que Delmira, la sobrevivió dos años.

Por morir Delmira tan joven, su poesía no pudo alcanzar la técnica de la de Alfonsina Storni ni de Juana de Ibarbourou, pero no hay duda de que además de ser la renovadora de la poesía amorosa en Hispanoamérica, tuvo el mérito de los buenos escritores de poner la fuerza emocional en el sustantivo y no en el adjetivo. También son de gran valor literario sus poemas alejandrinos de perfectos hemistiquios.

"Mi alma es frente a tu alma / como el mar frente al cielo"

Entre los muchos elogios que se han hecho de su poesía el más contundente es: "Más sentimiento que Darío, más originalidad que Nervo, más alma que Lugones", y el más entrañable, por venir de su continuadora, Alfonsina Storni, "... esa feroz femineidad, avasallante, que la hizo producir una poesía nueva, desconocida y cálida; suerte de llamarada ardiente que iluminó el suelo americano y se corrió hacia España".

José María Izquierdo Ruiz

Oviedo

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